Amaro Villanueva, Fermín Chávez y la entrerrianidad

Julián Otal Landi

Los puntos semejantes de aproximación entre marxistas y nacionalistas se podrían resumir con la reflexión expresada por Darío Pulfer y Julio Cesar Melón Pirro quienes afirman que “no se trata solamente de dos tradiciones de pensamiento que se ponen en dialogo y se entrecruzan, sino también de derroteros personales que buscan afanosamente recuperarse de una experiencia que viven como derrota, retroceso y exclusión”[1].

No obstante, dentro de los intelectuales que rescataría Fermín Chávez se encuentra una peculiar figura poco abordada, incluso menospreciada por el propio Partido Comunista: Amaro Villanueva. El entrerriano, como Chávez, militante del Partido Comunista que llegó incluso a candidatearse como gobernador de la Provincia en 1951, aunque anulada por la justicia electoral nos dejó como legado una prolífica labor en el campo de la crítica, el ensayo y la poesía. Incluso, tanto Chávez como su camarada Luis Soler Cañas lo consideraban un par intelectualmente. Compartían muchos aspectos en común: Villanueva era poeta, ensayista, periodista y narrador, sobre todo dedicado a recuperar la cultura popular; hecho por el cual fuera tratado de manera despectiva por José Aricó, calificándolo de “un ensayista sagaz y excepcionalmente perceptivo de los fenómenos del mundo popular subalterno”[2]. Precisamente, esa descripción era lo que le permitía a Fermín diferenciar a los autores, más allá de su adhesión o no al marxismo: considerar a la cultura popular como un “fenómeno subalterno” era suponerla como una cultura barbárica o atrasada. Sería desde esta fundamental coincidencia que se pondría en contacto de manera fluida e inmediata con su coterráneo manteniendo una fuerte admiración, tanto él como su colega nacionalista Luis Soler Cañas. Los tres poseerán una preocupación en torno a la puesta en valor de la cultura nacional desde un enfoque herderiano del mismo, reconociéndose también como hernandistas de la primera hora. Es precisamente a partir de la crítica certera que realiza Villanueva a “Muerte y transfiguración del Martín Fierro” de Ezequiel Martínez Estrada donde Chávez reivindicaría los aportes del intelectual miembro del Partido Comunista. Para un artículo de “Dinámica Social” lo citaba de la siguiente manera:

                “… frente a los pedestales super difundidos de un Borges o de un Martínez Estrada uno termina por dudar de uno mismo, porque resultaría demasiado osado dudar de la tamaña seriedad de tales insignes escritores… hasta que un día, hablando con uno de los críticos argentinos más capacitados que conozco, Amaro Villanueva, le preguntamos qué pensaba él de ese prurito de un escritor nacido en San José de la Esquina por hallarle peros a todo lo argentino de verdad, y cómo explicaba el semejante menosprecio. […] Don Amaro me respondió: ‘lo que pasa es que escriben a sabiendas, para confundirlos a ustedes’.”[3]

El intercambio entre Chávez y Villanueva data cerca de esa fecha. Se soslaya una suerte de admiración del nogoeyense hacia su par entrerriano. En 1953, Villanueva le responde la carta de Chávez enviada para fines de 1952. El intercambio de bienes culturales resultaba una constante entre ambos, ya que Villanueva comparte las mismas búsquedas que Chávez aunque no comulgue con su proyecto social, la entrerrianidad[4] prevalece como una suerte de código provinciano. En la carta referida, Amaro Villanueva agradece la recepción de poemas dedicadas a Entre Ríos (la segunda obra editada de Chávez) “Una provincia al este” mientras que a su vez agradecía la devolución realizada de Chávez por su obra “Son sonetos” (que también se concentraba sobre una temática entrerriana). Apuntemos nuevamente que compartían el súbito interés por revisar y recuperar diversas voces y creencias provincianas (Chávez publicaría por entonces una compilación para el suplemento cultural de La Prensa y, décadas más tarde, llevaría adelante “La historia a la vuelta de casa” y “Entre Ríos. Cuchillas, historias” para la colección La Historia Popular del mítico Centro Editor de América Latina). En la carta de enero de 1953, Villanueva le aclaraba

“Lo de la “Navidad blanca” fue una forma de chacotear entre paisanos (…) de modo que recibo con fraternal alegría tus referencias al caso”.

Más adelante, Amaro Villanueva le adelantaba sobre sus próximas producciones

“¿Qué qué escribo? Ya está casi lista la traducción de (Nazim) Hikmet. La estamos pasando en limpio… Después, si eso me da unos pesos para estar tranquilo dos o tres meses, (…) terminaré mi rejuntadero de documentos sobre la estadía de Garibaldi en Entre Ríos, que puede ser buena base para una película con ríos, historia y batallas (…) y … me dedicaré a alistar una serie sobre el Mate: técnica de cebar (reedición), vocabulario, refranero y supersticiones, por su alguna vez encuentro editor.

“ Te doy una abrazo trenzado con añoranzas … y un buen apretón de manos”[5].

                Los paralelismos entre ambos ensayistas son elocuentes y es por estas características que Luis Soler Cañas lo incorporaba, por ejemplo, a la Generación poética del 40 a Villanueva. Mientras el Partido Comunista veía nuestra historia con los prismas del internacionalismo, Amaro Villanueva coincidía con Chávez que había que apreciar “los más íntimos aspectos de nuestra tradición, pero de la tradición pública, colectiva, nacional de la patria, que es del hombre y de la tierra”. Como observaba certeramente Cattaruzza, la argumentación de Villanueva dentro de la idiosincrasia del PC por esa época era “más telúrica, más rural”[6]. Lógicamente, y a diferencia de Puiggros y Astesano, Villanueva no claudicó ante el surgimiento del peronismo con lo cual siguió suscribiendo a la historia “mitromarxista”, reivindicando como lo haría Héctor Agosti desde un novedoso por entonces enfoque “gramsciano” a Esteban Echeverría como uno de los pensadores claves de nuestra cultura nacional. Aunque vale destacar que, a diferencia de Agosti, le daba igual trascendencia a José Hernández que, si bien era valorado por el Martín Fierro, su acción política, su adhesión al federalismo, su apoyo a caudillos condenados por la historia mitrista como el Chacho Peñaloza y a Ricardo López Jordán lo colocaban como una figura incomoda donde resulta preferible no historizarla. Otro dato importante que demuestra su preeminencia identitaria localista por encima del canon “mitromarxista” es que si bien Amaro Villanueva encontraba en la Generación del 37, y sobre todo en Echeverría, la sistematización de la cultura argentina, denostaba la figura Domingo Faustino Sarmiento, llegando a escribir un extenso trabajo contra el autor de Facundo[7]. Sin embargo, para dar muestra de lo complejo que son los itinerarios de estas figuras que, como hemos mencionado, actúan en los márgenes de la política cultural argentina, precisamente en aquellos años es donde prolifera la correspondencia entre Chávez y Villanueva, Juan José Real (expulsado del PC por su aproximación hacia el peronismo) se había trenzado con Villanueva acusándolo por su enfoque ruralista que no son más que “lloriqueos sobre los pobrecitos jóvenes que abandonan el campo y se vienen a ´corromper´ a las fábricas de la ciudad”[8]

Volviendo al fragmento epistolar anterior, Villanueva le adelanta diversos proyectos que darían forma años más tarde de los cuales Chávez brinda particular interés. Por esos mismos años Chávez estaba trabajando en torno a su futura biografía dedicada a Ricardo López Jordán, que saldría finalmente en 1957 por la editorial nacionalista Theoria mientras en ese mismo año Villanueva haría lo propio con su trabajo sobre Garibaldi por la editorial comunista Cartago. Más allá de los proyectos sociales, las inquietudes históricas que los llevó a realizar aportes novedosos parten de sus años formativos iniciales, producto de la historia oral que fluía en las familias y en los pueblos.

“Nacido y criado en Gualeguay, la localidad entrerriana donde el aludido pisó por primera vez suelo argentino, en ya lejanos y turbios días, según lo recordaba la tradición oral lugareña, quedaba completo el cuadro de los estímulos indispensables para despertar en mí la incipiente vocación materialista, es decir, la tendencia a no dejarme llevar por la simple admisión de dianas, chismes y leyendas, habiendo métodos racionales para la indagación y el conocimiento de la realidad, representada en el caso por aquel impreciso episodio del pasado. Pues también la realidad tiene pasado y porvenir, como cualquier hija de vecino”

Mientras que, por otro lado, Chávez recordaría en una entrevista posterior que

“Por el lado de mi abuela hay una rama, la de los Moreira, que gravitó mucho sobre mí. Hay un primer marido de mi abuela que era don Santiago Moreira, un hombre que había sido teniente de don Ricardo López Jordán. Al viejo Moreira, que murió en 1874, lo toman prisionero en Don Gonzalo, y por pedido de un jefe nacional de Nogoyá lo liberan. Lo había destinado como castigado a los cuerpos de infantería que resguardaban la frontera de Buenos Aires contra los indios.

“Santiaguito, el hijo del viejo Moreira, tuvo mucha influencia en mi formación. Iba a casa y me contaba cosas de la guerra jordanista, que se las atribuía a él, pero que indudablemente eran del viejo”.

Al igual que Villanueva, Chávez no se dejaría llevar por las leyendas y demás versiones, sino que recurriría a la base documental para afirmar su postura científica, únicamente válida por entonces para acceder al conocimiento histórico. “Mi padre… nunca hablaba de esa época. Recién de grande, cuando conoció mis libros, empezó a recordar y a recuperar esas vivencias de lo que decía mi abuela Martiniana y su tía Balbina “ que Leandro Gómez tenía razón”, “Qué don Ricardo…” Pero en mi niñez de esas cosas no se hablaba porque ellos también estaban presionados por la educación y no se animaban a romper con la versión oficial de los hechos. Nosotros la descubríamos a la historia real un poco por criollos como tío Santiago, que ni habían pasado por la escuela ni sabían leer ni escribir, y entonces te contaban, un poco como cuento, como viejos cuenteros, cosas que eran historias reales, según pude comprobar después a través de los documentos de la época”.[9]

Tanto en Villanueva como en Chávez existe una búsqueda histórica con la finalidad de reforzar un sentido de pertenencia hacia lo local, hacia la Patria profunda. Villanueva y Chávez emprenden la labor heurística muchos años antes de su publicación con las mismas dificultades. En ambos casos, tanto Garibaldi para la historia liberal como López Jordán para el revisionismo histórico no significaban figuras relevantes para el relato nacional. Es por dicho motivo que Fermín Chávez advertía en su nota preliminar de “Vida y muerte de López Jordán” que

“no podrá escribirse la verdadera historia de nuestros pueblos sin antes haber hecho luz, documentalmente, sobre la vida y la obra de los caudillos sudamericanos. Si consideramos que a través de esas vidas regionales se llega naturalmente a la comprensión sociológica de determinados procesos históricos, el aparente problema de que hablamos se desvanece al momento”.[10]

Desde su perspectiva comunista, por otro lado, Amaro Villanueva decía

“Me complace comprobar cómo una honesta propensión localista, en que se abrazan mis filiales sentimientos criollos al pueblo natal y mi reflexivo amor al país, me ha llevado naturalmente a la órbita simpática de los ideales que animaron, desde mi juventud, al Caballero de la Humanidad”[11]

Históricamente, podríamos considerar una constante en las izquierdas, tanto nacionales como internacionales, la problemática relación en torno a la cuestión nacional. La misma fue una cuestión nodal de discusión entre los marxistas de diversas tradiciones. Con relación a esto, el Partido Comunista argentino no fue ajeno a dicha encrucijada. De hecho, los dos hechos fundantes de las distintas alineaciones y progresivos desprendimientos: el fenómeno peronista (primera causa), que era la carnadura en la Argentina contemporánea del “problema nacional” (segunda causa)[12]. Los ejemplos de las tres figuras procedentes del comunismo (Rodolfo Puiggros, Eduardo Astesano y Amaro Villanueva) y su relación en torno al “hecho peronista” y su significancia posterior al 55 presenta las particularidades itinerantes tan diversas en sus interpretaciones y praxis que no difieren con respecto a las complejidades del nacionalismo argentino ante el mismo fenómeno. Las tres figuras que propugnaban una idea de nacionalismo de medios compartían con Fermín Chávez el diagnóstico y desafíos en una época de incertidumbre política y cultural. No obstante, con quien mantendría un vínculo más estrecho sería precisamente con el marxista no-peronista Amaro Villanueva[13], al igual que Luis Soler Cañas. Con éste último compartirían sus búsquedas e investigaciones ligadas al estudio del lunfardo, siendo fundadores de dicha academia junto a José Gobello en los sesenta. Mientras que con Chávez el vínculo sería en torno a la entrerrianidad y la gauchesca. Sería Soler Cañas quien sintetizaría a la perfección el legado de Villanueva y las apreciaciones de un nacionalista como él, cuya idiosincrasia era similar a la de Fermín Chávez.

“(…) Amaro era reconocidamente uno de los mayores entendidos en materias tales como el mate, Martín Fierro, el lunfardo, la literatura argentina –conocida de cerca, en contacto con los autores a través de la lectura despaciosa y reflexiva de sus libros, no de oídas ni repitiendo presuntas lecciones magistrales-, siendo, por lo demás, escritor de los que pesan cada palabra antes de estamparla y, también, de los pocos que aciertan con el difícil equilibrio tanto de no extenderse tan en demasía que resulten más verbosos que conceptuales, como de no adelgazar ni restringir tanto la expresión que ella sólo arroje generalizaciones amplias en las que todo puede caber aunque poco o nada se diga particularizadamente, concretadamente. Poeta, además, lo mismo y con pareja gallardía en el castellano comente de nuestro pueblo como en el cultivo del lenguaje acentuadamente ciudadano que suele definirse como lunfardo. (…) Que alguna vez Amaro se exceda en la sutileza de sus estimaciones o que, personalmente, emita juicios de orden histórico que yo, verbigracia, no me siento inclinado a compartir, de ninguna manera invalida el reconocimiento de sus elevadas aptitudes para el menester de investigar y de razonar”[14].

Si bien el clima de los sesenta no fue favorable para fortalecer los lazos entre nacionalistas y marxistas sino que, por el contrario, se agudizarían tanto por el contexto internacional (Revolución cubana, Guerra Fría, Doctrina de seguridad nacional) y sus implicancias internas (agudizadas por los conflictos dentro del peronismo entre ortodoxos e izquierda) las consideraciones que tenía Chávez en noviembre de 1957, en un artículo para Dinámica Social, seguía teniendo vigencia y nos permite comprender las continuidades y armonías sostenidas entre exponentes del nacionalismo popular como Chávez con figuras proveniente del marxismo. Allí, dentro de la línea marxista, “debido a la dura disciplina de la formación cultural en sus autores”, Chávez los subdivide en ortodoxos, heterodoxos y evolucionistas. Dentro de la ortodoxia, mencionaba a José Luis Romero (“de genuino aliento liberal-izquierdista”), Héctor Agosti y Álvaro Yunque. Mientras que, desde la heterodoxia marxista, Chávez rescataba entre otros a Puiggros y a Eduardo Astesano. ¿Y Amaro Villanueva? Consciente de que prevalecen mayores coincidencias y búsquedas desde lo nacional que diferencias en torno a la persistencia de Villanueva en sostener la tradición histórica “mitromarxista”, lo adscribía dentro de la ortodoxia aunque lo consideraba el más lúcido de ellos, “crítico profundo y conocedor que ha dado muestras de su talento en “Crítica y pico”, 1945 y en “El ombú y la civilización”, 1955”.


[1] Pulfer, Darío & Julio Cesar Melón Pirro. “Notas sobre la prensa de la(s) resistencia(s). Columnas de nacionalismo marxista, un cruce novedoso” en Movimiento. N°14. P. 62. 2019

[2] Arico, José. La cola del diablo. Buenos Aires, Siglo XXI.

[3] Chávez, Fermín, “Errores de Martínez Estrada” en Dinámica Social. N° 45. Buenos Aires, Centro de estudios económico-sociales, 1954.

[4] “La intensa experiencia histórica del siglo XIX habilitó determinadas condiciones para la mirada histórica entrerriana, habitada por tensiones, contradicciones y controversias heredadas y recreadas (aún hoy), Buenos Aires (y con ella Rosas) aparece, por un lado, como el enemigo que representa el obstáculo para desarrollo provincial; por otro lado, pervive, aunque mucho más tenue, cierto registro  de su calidad de viejo aliado federal frente al asedio unitario. El pensamiento nacional adquiere así destellos particulares en esta comarca”. Journe, Ignacio “Mario Cesar Gras en los debates del revisionismo histórico” en Revista del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas. N° 1. Buenos Aires, 2023. P.13

[5] Amaro Villanueva a Fermín Chávez, Paraná, 20 de enero de 1953.

[6] Cattaruzza, A. “Visiones del pasado y tradiciones nacionales en el Partido Comunista Argentino” (ca. 1925-1950) en A Contracorriente. Vol. 5 N° 2. 2008. P.190.

[7] “(Villanueva) entrerriano al fin, estaba con Ramírez y Urquiza y denostaba al viejo sanjuanino. Rodolfo Ghioldi le señaló que su polémico enfoque merecía una reflexión más detenida (…) Y (fue entonces que) Amaro prefirió no publicar su Anti-Sarmiento”. Larra, Raúl. “Amaro Villanueva y el idioma de los argentinos” en Villanueva, Amaro. Obras Completas II. Entre Ríos, UNER. 2010. P.878.

[8] Op. Cit. P. 191.

[9] Chávez, F. “La Argentina es deformada cuando termina el caudillaje” en Crisis, mayo 1975.

[10] Chávez, F. Vida y muerte de López Jordán. Buenos Aires, Theoría. 1957.

[11] Villanueva, Amaro. Garibaldi en Obras Completas II, Entre Ríos, UNER. 2010. P94

[12]  Georgieff, G. Nación y revolución. Buenos Aires, Prometeo. 2009. P.75

[13] En carta a Soler Cañas en 1967, Amaro le preguntaba por Chávez. “¿Qué es de la vida de Fermín Chávez, que no consigo saber nada de él…? Es raro, pues hasta ahora fue muy cumplidor conmigo. Hágale presente mi preocupación si lo ve en el diario, que se lo agradeceré”. Villanueva, Amaro a Luis Soler Cañas, Buenos Aires, 24 de abril de 1967 en Villanueva, Amaro. Obras Completas II. Entre Ríos, UNER. 2010. P. 868.

[14] Soler Cañas, Luis. “Amaro Villanueva entre Martín Fierro y Lunfardópolis” en Villanueva, Amaro. Obras Completas II. Entre Ríos, UNER.2010. P.871.

Julián Otal Landi
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