“Cualquier geopolítico, por versado que fuere, que no sirva al interés de su propia nación, podrá ser un geopolítico genial, pero nunca un geopolítico nacional”. (Florentino Díaz Loza)
“La Patria Argentina debe ubicarse históricamente, para lo cual resulta ineludible que primero se encuentre a sí misma, como Nación vertebrada, como pueblo unido y como Estado fuerte”. (Florentino Díaz Loza)
La línea nacional de nuestras Fuerzas Armadas sufrió un duro golpe con la dictadura instaurada en el año 1955. A partir de allí mayormente se va debilitando cada vez más profundamente con otros golpes o “derrotas”, aunque en otro contexto, en los años 80 y 90. Así, en los años posteriores al 55 y más aún cuando nos acercamos a fines del siglo XX e inicios del XXI, resulta mucho más difícil encontrar militares en la línea nacional, en este sentido se hacen más escasos los casos que reflexionan y/o escriben a partir de una esquema nacional.
Es por eso que nos interesa tratar en este trabajo la figura de Florentino Díaz Loza, quien si bien comenzó su carrera militar en los años 40, se proyectó como una figura de esa vertiente nacional sobre los años que mencionamos anteriormente. El contexto en que reflexiona y escribe potencia entonces su pensamiento y figura.
El Coronel Florentino Díaz Loza nace en Entre Ríos, no obstante pasa sus primeros años en Corrientes. Hace su ingreso al Colegio Militar y elige el arma de caballería. Se gradúa en 1947 con el grado de Subteniente. Asimismo continúa sus estudios en la Escuela Superior de Guerra de la cual egresa con el título de Oficial de Estado Mayor. Su carrera militar la culmina como Coronel. Miembro de Instituto Argentino de Estudios Estratégicos. También se desempeña como docente y escribe varios libros. Es parte del Consejo de Redacción de la Revista Estrategia.
Juan Enrique Guglialmelli resume la obra de Díaz Loza como “síntesis y proyecto”, observando algunos pilares en los que se apoya y recorre con su pluma. Partiendo de la definición de geopolítica y de la noción de la Argentina Peninsular nuestro país aparece inserto en el Cono Sur, favorecido por tener una posición bioceánica, la noción de desarrollo integral, el desarrollo del espacio y la cultura nacional, la puesta de relevancia en torno a la carencia de una doctrina geopolítica nacional fundamentalmente por intereses de una elite dirigente vinculada al interés extranjero que solo reserva para nuestro país un lugar marginal y subordinado (exportador de materias primas y alimentos).
Destaca también la necesidad de disponer y desarrollar todo el potencial disponible para la construcción de poder nacional, la urgencia y centralidad de la unidad nacional como puntal donde asentar la integración de la Patria Grande (primero los del Cono Sur y luego el resto de Hispanoamérica), e incrementar el poder regional lo que resulta esencial en tanto el desenvolvimiento de las grandes empresas multinacionales. En este sentido, el Director de la Revista Estrategia afirma que “Díaz Loza, llevado por su vocación y actitud política no se queda en la geopolítica. Él, un hombre nacional, de profunda fe religiosa, consustanciado con la Doctrina Social de la Iglesia y sólidamente adherido a las grandes expectativas populares, incursiona con solvencia, en los aspectos políticos de la problemática nacional”. (Guglialmelli, 1982. En Díaz Loza, 1987: 6)
Francisco J. Figuerola (hijo de quien fuera artífice junto a Perón del Consejo Nacional de Posguerra en el año 1944 y posteriormente Secretario de Asuntos Técnicos del gobierno peronista), afirma que en Díaz Loza se observa “ese espíritu nacional flameando sin concesiones ni oportunismos, y creímos en la tesis geopolítica porque nos devolvía aquellas concepciones estratégicas de Hernandarias y San Martín, epígonos de una intuición sabia del valor geográfico en función pública”. (Figuerola. En Díaz Loza, 1987: 8)
El libro Geopolítica para la Patria Grande contiene, según Figuerola, “un mandato histórico cuya asunción contribuirá la continentalización, es decir a la configuración, no declamatoria, de los Estados Unidos de Suramérica”. (Ibid: 9)
Florentino Díaz Loza pone de relevancia que la perdida de la Fe, de la autoestima colectiva tiene como consecuencia el nihilismo. Esta postura autodenigratoria es fatal para las naciones y los pueblos. Es necesario alentar y fomentar el proceso de la conformación o fortalecimiento de la conciencia de este peligro que nos acecha. Son los pueblos los que “se debaten entre la dependencia y la creciente autodeterminación”. (Díaz Loza, 1987: 10)
Ingresando en el pensamiento de Florentino Díaz Loza, observamos que el Coronel considera que la geopolítica no puede ser improvisada ni tampoco no ser tratada profundamente. La misma se vertebra desde la historia y la realidad. Es necesario que la misma sea conocida y asumida por toda la nación de modo de transformarla en una doctrina nacional. La geopolítica al fin y al cabo debe apuntar a cristalizar la forma de pensar y sentir de un pueblo. Si la geopolítica tiene un carácter universal, la geopolítica nacional debe articularse y responder a una doctrina nacional. Sostiene que “la actitud correcta es la de elaborar una filosofía propia asentada en la crítica y en la conciencia”. (ibid.: 11)
La idea de Diaz Loza es cimentar una geopolítica al servicio del pueblo hispanoamericano en general y argentino en particular. Pretende fortalecer el desarrollo de la fisonomía nacional, la identidad cultural y la identidad nacional. Así apuntalar la soberanía política e independencia económica. Ya que entiende que “la nación invertebrada, dependiente, aculturada, no se insertará jamás, sino que, orbitará en la satelización y la explotación, como un objeto intrascendente”. (ibid.)
Busca también fomentar el fortalecimiento de nuestras fronteras y la integración territorial, el desarrollo de los recursos y la densidad demográfica para la ocupación de ese territorio y la explotación de esos recursos.
En su concepción la geopolítica apunta a la creación de una conciencia, una teoría y una doctrina en relación a la geopolítica nacional. Asimismo, encuentra como propósito proporcionar bases para la comprensión de la geopolítica extranjera de modo de obturarla cuando la misma se direccione contra el interés nacional. Oponerle una geopolítica en clave nacional y patriótica. Resalta que la historia militar deja “la desgraciada tendencia a copiar o adaptar esquemas y soluciones extranjeras a la propia”. (Díaz Loza, 1975: 49)
Su visión geopolítica entronca con la noción de Tercera Posición desarrollada por el peronismo ya que se posiciona más allá del liberalismo capitalista individualista como del marxismo colectivista que no deja lugar a la expresión individual.
No se trata de una versión localista de la geopolítica, sino más bien la conformación y adopción de un criterio nacional para la misma. En su medular obra sobre la cuestión: “Geopolítica para la Patria Grande”, recorre tanto la historia de la geopolítica desde unos 3000 años A.C. hasta los años 80 en que escribe su trabajo. Recorre asimismo varios geopolíticos de regiones diversas: europeos, hispanoamericanos y asiáticos, y más específicamente de países como Inglaterra, Alemania, Unión Soviética, Brasil o Argentina por mencionar unos pocos. Todo el recorrido para la comprensión de esa geopolítica extranjera como decíamos por un lado, y también para encontrar las claves para la conformación de una propia. Entendiendo y tomando en cuenta siempre que “el país que mira hacia afuera, termina importando el sentimiento y el pensamiento”. (Díaz Loza, 1987: 11)
Como decíamos anteriormente la geopolítica no se puede improvisar, hay que prepararse para la misma. En la concepción de Díaz Loza se entrelazan geografía, historia y política. Apunta a la creación de una doctrina geopolítica bajo el influjo de una línea nacional en función de los intereses de la Patria.
Existen entonces tres elementos centrales en la dimensión geopolítica. Se trata de la política, el espacio y la población. Así argumenta y define: “el espacio proporciona el hábitat insustituible para lograr el poder. La población, factor geohistórico imprescindible, aprovechará el espacio para desarrollar su potencial y proyectar su poder partiendo de la dimensión nacional” (ibid.: 31)
Díaz Loza pone en el centro la cuestión de la dependencia de los países periféricos que se manifiesta tanto en la economía, como en la política, la cultura y en la esfera militar. El imperialismo organiza los espacios que conquista ya sea en forma directa o indirecta. Esta “geopolítica imperial” se cristaliza en la diagramación de una economía como apéndice los países centrales.
La geopolítica, siguiendo la misma línea, se encuentra condicionada por la geografía, la población, las vías de comunicación y la política de cada Estado en virtud de planificar esas esferas. En este sentido, pone de relevancia que la estrategia de las naciones que procuran ampliar y/o sostener su autonomía debe aspirar estratégicamente al dominio de la cuenca hidrográfica, a poseer una salida al mar, a tener una mirada hacia las costas opuestas (en el caso de tener un litoral marítimo como el nuestro), a extender su área de dominio, a traspasar los espacios transcontinentales y al logro de la unidad nacional.
Vale aclarar que en estos lineamientos no hay, desde la concepción del autor, aspiraciones colonialistas o de conquista, sino se trata de sostener y/o fortalecer la soberanía y la autonomía en los márgenes del Estado-Nación. No obstante, desde los mismos han actuado en múltiples y variadas ocasiones los países imperialistas. En este sentido manifiesta claramente una distinción: “la geopolítica del opresor, está basada fundamentalmente en la concepción del dominio y la esclavitud. En contraposición, la geopolítica del oprimido, se asienta en la necesidad de independencia y autodeterminación”. (ibid.: 32) La primera la considera como el colonialismo por parte de los imperios, mientras que la segunda es la geopolítica para la emancipación.
Díaz Loza entiende a la geopolítica estrechamente ligada a la política. Esta última se define como la capacidad de imponer una voluntad sobre otras voluntades, se relaciona entonces con el poder en tanto actividad que apunta a conseguir, mantener, defender o acrecentar el poder. La política entonces rige la vida de los pueblos, sus proyectos, triunfos, derrotas, emancipación, dependencia, etc.
En su concepción la geopolítica entonces es una disciplina que analiza los factores geográficos para extraer de los mismos elementos que sean útiles para la acción política, poniendo de relevancia que “toda praxis sin teoría, cae en la sustitución de valores, en la improvisación y en el descontrol. Toda teoría sin práctica, no traspasa los umbrales del idealismo”. (ibid.: 12)
Observar cuáles son los factores geográficos que condicionan la acción política. Dar cuenta y analizar tanto la problemática nacional como del estudio del campo internacional. Vale destacar que el territorio de un Estado donde una comunidad ejerce su poder es el espacio considerando tanto tierra, mar y aire. El otro elemento clave es la población.
La interacción entre estos elementos que venimos desarrollando implican una cuestión nodal que es la defensa nacional. En relación a la misma el espacio se revela como esencial. En este sentido, el Coronel considera que cuando mayor sea el espacio mayor será la capacidad de defensa y al revés en cuanto menor sea el espacio geográfico, menores las posibilidades de defensa.
Esto último tanto por los recursos que se posee como asimismo para diseñar y ejecutar la estrategia para la defensa. Aquí también aparece una cuestión centra en el pensamiento de nuestro pensador militar que es que los países pequeños deben procurar establecer procesos de integración en tanto intereses comunes de modo también de incrementar su capacidad de defensa. Al respecto argumenta: “el espacio por sí mismo, significa potencialidad a disposición del hombre; el espacio integrado (desarrollado armónicamente) representa poder concreto de una comunidad. La tendencia histórica señala la progresiva integración de los Estados (regionales-continentales), a fin de dar respuestas a sus comunidades y poder enfrentar airosamente el embate de los intereses imperialistas de las grandes potencias”. (ibid.: 24)
Díaz Loza piensa que entre los principales objetivos de una nación y del estado está su defensa. El Coronel define la misma como “la preservación de su comunidad tanto de la ofensa externa como de la corrosión interna; el ejercicio de su autodeterminación y el desarrollo y logro de objetivos al servicio del pueblo”. (Díaz Loza, 1973: 7) Mientras que la seguridad nacional en los países dependientes “significa el derecho inalienable de disponer de sus potencialidades; el logro de niveles de vida justos y ejercitar una política independiente de los centros mundiales de poder”. (ibid.: 7-8) Se puede observar una complementación de lo nacional y lo social.
Nuestro país aparece como unido indisolublemente al Continente. Afirma que “para Suramérica la grandeza es la integración confederada, totalizadora; etapa previa indispensable para la liberación. La desintegración es servidumbre; la confederación es el camino de la liberación”. (Díaz Loza: 1987: 304) El propósito de nuestra geopolítica debe ser la integración suramericana.
Lo que retoma el Coronel es la senda de la Patria Grande que ve marcada en el periodo de emancipación y en la figura del Libertador San Martín. Así “la nación integrada espacial y económicamente con una profunda solidaridad social y una real representatividad democrática. El continente, a través de una estructura de concentración política, social, económica y militar hermanada con objetivos y medios comunes”. (Díaz Loza, 1987: 258)
Rescata a la figura del General Pablo Riccheri y la Ley de Servicio Militar Obligatorio (1901), a la que analiza como un puntal en la geopolítica nacional en tanto “elemento fundamental de la integración nacional, en cuanto ha coadyuvado a la organización del espacio y a la integración del territorio patrio”. (Díaz Loza, 1987: 287) Además de su contribución a la defensa nacional, desde ya.
También pone en el centro a figuras arquetípicas de pensadores (y hacedores) militares industrialistas como los casos de quiénes fueron el baluarte de la conformación de una conciencia nacional y de la defensa en torno al petróleo como Baldrich y Mosconi, o bien quien forjara los pilares no sólo de fabricaciones militares, sino también y fundamentalmente de la industria del acero en nuestro país: Manuel Savio. Pone de relevancia que los tres tenían una concepción geoeconómica donde se articulaba la defensa nacional con la defensa del patrimonio y el impulso del desarrollo nacional. Trae a la memoria otros exponentes de la geopolítica desde el “mundo castrense” como Bouchard, Sobral, Pujato, Leal, Storni, Juan Ignacio San Martín, Oca Balda, entre otros.
El Coronel piensa que la elaboración de una doctrina de defensa nacional no puede importarse en forma mecánica. Sino que la misma tiene que nacer de los cimientos mismos de la nación. A la forma jauretcheana argumenta que esta última debe estar entrelazada con una política nacional.
Piensa en una defensa desde un punto de vista integral, ya que la misma se vincula no solo a lo militar, sino también a lo político, la cultura, la educación, la economía, la ciencia, etc. La guerra involucra a los pueblos enteros.
La identidad cultural de los pueblos es algo que lo ocupa, en tanto que los pueblos “carentes de conciencia nacional, faltos de grandeza para la lucha, ignorantes de las realidades geopolíticas, inseminados por una perniciosa transculturación y penetrados por intereses económicos extraños” (Díaz Loza, 1987: 13), son pueblos que están al “borde del abismo”, que corren serios peligros de perecer como tales.
En este sentido nos habla de una “frontera cultural educativa”, entendiendo que la cultura “abarca la totalidad de la vida de un pueblo” (ibid.: 227), tanto en sus virtudes como en sus falencias, es la expresión colectiva de su conciencia que da lugar a una identidad propia. La misma está nutrida tanto de factores materiales como espirituales.
Considera que la penetración cultural en primer lugar llega a las elites, para luego difundirse en toda la población. Argumenta: “la dominación comienza con la cultura. Cuando el ser nacional se encuentra oscurecido, desfigurado, enajenado, de nada valen los más brillantes y completos planes de seguridad”. (ibid.) Por otro lado, el factor material no deja de ocupar un lugar central, ya que la estructura económica de un país es la manifestación de la dependencia o bien de la soberanía.
Entendiendo a la capacidad de autodeterminarse, como la fuerza necesaria “para elegir modo y medio de vida, para asumir su propio destino”. (ibid.: 241) Poder determinar su destino más allá de las presiones y cambios en el escenario internacional.
Resulta necesaria entonces la conformación de un pensamiento nacional, que aborde las problemáticas a partir de un criterio propio, ya que “un país sin inteligencia nacional se asemeja a un boxeador ciego dentro del ring”. (ibid.: 229)
En esta misma línea no piensa solo en lo terrestre. En la mejor tradición storniana considera y le da una importancia medular al mar, el cual “es un espacio que debe ser ocupado como cualquier territorio”. (ibid.: 259) El mismo aparece entonces como un elemento central en la noción de defensa continental y en la estrategia de emancipación.
Observa que a lo largo de la historia se han enfrentado dos concepciones en torno a la defensa nacional: por un lado la que la piensa como una acción exclusivamente militar, y el pueblo no participa ni interviene en la misma (esta es la que se suele dar en las naciones dependientes); y por otro lado está “la defensa con el pueblo organizado, para defender tanto su patrimonio espiritual y material, junto con la soberanía territorial, donde las FF.AA. han sido instrumentos de decisión de acuerdo al empleo coordinado con otros medios importantes. En este caso el rol de la población ha sido fundamental, tanto para la lucha como para la disuasión”. (ibid.: 232)
La disuasión es un concepto central, en tanto la política en torno a la defensa nacional, es decir sintéticamente al arbitrio de las armas para la defensa nacional no es postura en favor de un conflicto armado, sino más bien lo contrario, se trata tanto a favor de los elementos materiales como espirituales y psicológicos de mostrar al posible enemigo el poder que se tiene para defenderse y disuadirlo en su idea de perpetrar un ataque.
Observa también dos lógicas de pensar la defensa: desde una concepción dependiente que subordina la misma a la búsqueda de la “negociación” de los principios y la obtención de alguna “ganancia” coyuntural; y la de las naciones con una fuerte identidad nacional donde la defensa nacional se eleva en virtud del patrimonio común, la misión y destino compartidos. Así, “la guerra no puede ser otra cosa que la defensa de los intereses políticos de la comunidad organizada”. (Díaz Loza, 1975: 19)
Su concepción de la defensa como algo trascendental en torno a la protección para la posibilidad de avanzar en el bien común, el desarrollo de la nación y del ser humano en su plenitud proviene de la adopción de una filosofía profundamente cristiana, y del arraigo en la Doctrina Social de la Iglesia. El otro elemento fundamental que aparece en Díaz Loza es el pueblo y más específicamente su expresión organizada: el sindicalismo.
Díaz Loza piensa la necesidad de estrechar la alianza entre Pueblo y Fuerzas Armadas como potencia de disuasión y en virtud de un proyecto nacional de emancipación. Este último lo piensa en primer lugar en términos de nación entrelazada con el continente. De esta forma, “sin unidad nacional no se accederá a la alianza americana. Sin unidad continental no será posible la autodeterminación”. (Díaz Loza, 1987: 297)
La cuestión de esta alianza es estratégica y también proviene al mismo tiempo de nuestra tradición, entendiendo que “el pueblo es el que engendra al ejército (…) Pueblo y ejército son, pues, una misma cosa”. (Díaz Loza, 1975: 20)
Piensa que se necesita una transformación cultural profunda en la formación de las instituciones militares. Es necesario alejarlas del liberalismo (como del marxismo), y de los intereses elitistas. Acercarlos a la sociedad y al pueblo del cual se nutren, derribar las barreras que los fueron separando. Dejar de lado la idea que la Política (así con mayúsculas) es mala, sin caer en la politiquería o partidismo, sino más bien nutrirse del medio social, de la historia nacional, de las tradiciones propias, etc. y comprender la misión trascendente a cumplir.
Así, considera necesario dejar de lado esa separación de la gran política, de la conformación de una política nacional en virtud del fortalecimiento de la soberanía nacional. Destacar el problema que significa “reducirlos a sus cuarteles, a sus familias, a sus institutos, a sus círculos sociales y a su esquematizada formación cultural, para soltarlos y emplearlos en los momentos difíciles a fin de enderezar por la fuerza lo que la gastada partidocracia y el extenuado régimen no podrán solucionar”. (ibid.: 43) De esta forma, se lo ha utilizado en función de lo si intereses elitistas y foráneos.
El Coronel pone de relevancia que el enfrentamiento entre la Argentina Continental y la Insular es un error, ya que para él deben pensarse como complementarias. En esta visión geopolítica aparece en toda su magnitud la importancia de la Patagonia, del Atlántico Sur, la Antártida y las Malvinas. Rompe con la postura de la desmalvinización, enfrentándola con valentía y sentido nacional. Analiza la gesta patriótica del 82 afirmando que “las FF.AA. argentinas se reencontraron el fundamento misional de su existencia” (Díaz Loza, 1987: 433) Advirtiendo que esa batalla “configura más allá del significado histórico, un acto atípico y contradictorio del proceso iniciado en 1976”. (ibidem)
Mirando la política y la historia “desde abajo” nos dice que la recuperación de abril del 82 “vino a demostrar una vez más la profunda y genuina riqueza del pueblo argentino, su vocación nacional, su conciencia patriótica, el claro entendimiento de los hechos, la lucidez perceptiva de los diferentes acontecimientos”. (ibid.: 434)
Desde la geopolítica da cuenta que la recuperación tiene por significado, nuestra proyección continental patagónica sobre el océano Atlántico y Antártico, nuestra presencia en el mar (su control y explotación), la proyección sobre el Continente blanco, entre otros elementos.
Nos dice que la línea sanmartiniana entronca con los caudillos federales, quienes cristalizaron “la defensa de lo nacional, tanto en lo cultural como en lo económico y militar, sentaron las bases del genuino nacionalismo argentino”. (Díaz Loza, 1975: 15) Reivindica a las figuras de Güemes, Quiroga, Rosas, Peñaloza, Varela, entre otros.
Pone figurativamente en boca del Chacho Peñaloza[1]: “la Argentina es un país alejado de su realidad. Se ha vivido haciendo las cosas en función de los intereses de grupos privilegiados. Ha perdido su dimensión de grandeza y su dignidad. Carece de creatividad, ha despreciado lo suyo, su realidad existencial, por la copia o imitación de esquemas extraños”. (Díaz Loza, 1972: 53)
Argumenta que el ejército argentino tiene como objetivo la defensa de lo nacional tanto en el plano político, como cultural, económico, social y militar. Debe servir a la autodeterminación del pueblo, su divisa es la emancipación nacional enlazada con la Patria Grande. Así afirma: “el ejército se debe al pueblo como un hijo a su madre”. (Díaz Loza, 1975: 19)
Las Fuerzas Armadas nunca pueden perder de vista que su objetivo se vincula a la defensa de lo nacional, de la soberanía, más nunca deben transformarse en un partido militar que pretenda tener un “derecho” paternalista sobre el pueblo. Pone de relevancia que muchas veces se ha transformado en defensor del interés de los grupos económicos y de las elites perdiendo se vista su misión como defensa para que el pueblo pueda desarrollarse soberanamente.
El Coronel no piensa en términos reducidos a una “patria chica”, sino que apunta a reconstruir la Patria Grande tanto por lazos históricos, culturales como por una visión estratégica. Se trata, en este marco, de la búsqueda de la autodeterminación de nuestro Continente. Apunta a ese entrelazamiento entre Pueblo y Ejército para la defensa y la emancipación, no sólo nacional sino continental. En este sentido, y para cerrar, afirma que “el ejército nacional debe acompañar a su pueblo y ser capaz de llevar adelante el apasionante y heroico proyecto histórico que nos transformará de factoría del mundo colonial, en protagonista de una Nación Latinoamericana”. (ibid.: 22)
* Imagen de portada. Fuente: www.momarandu.com
[1] Diaz Loza había participado de un levantamiento en el año 1971 en Olavarría y Azul, poco tiempo después editó un libro “las armas de la revolución” en el que realiza una parábola histórica entre los caudillos federales, su pensamiento y la conformación de una doctrina del ejército. El libro se lo editó el célebre Arturo Peña Lillo bajo su sello editorial. Díaz Loza también participa como guionista de la película “De cara al cielo”.
Bibliografía
Díaz Loza, Florentino. (1987). Geopolítica para la Patria Grande. Buenos Aires: Temática.
Díaz Loza, Florentino. (1975). Doctrina política del ejército. Buenos Aires: Peña Lillo.
Díaz Loza, Florentino. (1972). Las armas de la revolución. Buenos Aires: Temática.
Díaz Loza, Florentino. (1973). Prólogo a Martínez, Edgar Argentino. (1974). Defensa nacional y poder político. Un análisis de sus relaciones con el poder militar y las FF.AA. Buenos Aires: Peña Lillo.