El turismo debe ser concebido como un fenómeno social antes que una actividad económica de carácter mercantilista en la que se da un producto o mercancía que resulta ser la oferta y que se comercializa a una demanda con múltiples motivaciones de consumo. Sin embargo, en esa dialéctica entre oferta y demanda se da un entramado de relaciones entre sujetos que no siempre presentan cierto equilibrio, sino, por el contrario, se da una cierta asimetría entre dicha oferta y la demanda que hará uso de recursos y bienes presentes en la primera. En consecuencia, es plausible observar que en tal dialéctica se da un cierto desequilibrio que estaría siendo representado por dicotomías antagónicas del tipo centro-periferia, desarrollo-subdesarrollo, explotador-expoliado, o bien opresor-oprimido. De aquí que resulta ser más que pertinente estudiar al turismo desde la perspectiva de un fenómeno social con todo lo que éste trae aparejado.
Sin embargo, cuando ponemos el foco en el tipo de profesionales que salen al mercado de trabajo, hacemos hincapié en los planes de estudio con los cuales se forman, más enfáticamente en los que están incluidos en las universidades nacionales. De aquí que puede hacerse una primera conclusión: de acuerdo a qué departamento o facultad la carrera esté formulada, podrá dar indicios de cómo se considera al turismo. Resulta interesante observar que algunas carreras de tecnicaturas, de formación de guías y de licenciaturas, están encasilladas en las ciencias económicas, otras en las humanidades y/o en las ciencias sociales. Llamativo es observar que hay sustancial diferencia en los planes de estudio que cada universidad diseña para la formación de sus profesionales, para quién o para qué se los forma o con qué enfoque epistemológico se suele formar a los futuros egresados.
En algunos planes de estudio se observan un mayor porcentaje de materias relacionadas, por un lado, con la mercadotecnia, la contabilidad, la planificación estratégica, la administración empresarial, y, por el otro, asignaturas relacionadas con la geografía, en todas sus categorías, la valoración de recursos culturales y naturales, el ordenamiento territorial, el arte, la sociología, la antropología, y, en menor medida, la historia. Claro está que todas ellas están transversalizadas por materias sobre evaluación de impactos, formulación de proyectos y diseño de políticas públicas. Consecuentemente, podemos realizar un segundo diagnóstico de este análisis y resulta ser que no todos los egresados cuentan con las mismas herramientas para trabajar activamente en un determinado territorio, en especial, cuando se trabaja con distintos actores sociales con diferentes motivaciones e intereses divergentes. Y es claro preguntarse, a quién se forma y para quién se los forma. Los planes de estudio de cualquier carrera universitaria, resulta ser un mecanismo de poder ejercido por el soft power en aras de formar profesionales para determinados intereses que pueden ser, en la mayoría de los casos, de las corporaciones transnacionales. Empero, es el Estado el que diseña las políticas públicas a través de los planes estratégicos de turismo que, en ciertas situaciones, también resultan ser oportunos para los grandes operadores mayoristas transnacionales del turismo y hotelería. De aquí la relevancia de comenzar a repensar y rediseñar los planes de estudio tanto del turismo como los de otras disciplinas, en clave de incorporación de una matriz de pensamiento nacional y latinoamericano que forme y promueva profesionales con un pensamiento situado, es decir, que sus producciones sean del tipo teórico-académicas o de elaboración de proyectos a pequeña, mediana o gran escala, estén formulados desde un locus de enunciación desde y para la periferia.
Lograr este objetivo es de vital importancia para trabajar con espacios geográficos de vital relevancia por la presencia de grandes recursos culturales, naturales y hasta minerales. Resulta ser harto conocido el caso de que muchos destinos turísticos casualmente se encuentran en áreas en las que se encuentra un recurso mineral o hidrocarburífero de alta explotación y expoliación. Podríamos pensar que la presencia de capitales foráneos en la explotación del turismo sea la antesala de una futura explotación de algún recurso mineral o de hidrocarburos y, llegado el momento, la comunidad de acogida esté habituado a la presencia de capitales extranjeros que continúen expoliando hasta el último recurso del espacio geográfico que les dio cobijo, alimento, refugio y hasta una identidad cultural con su propia memoria histórica. En consecuencia, no sería disparatado repensar al turismo como una práctica extractivista a toda escala, y no como una simple “industria sin chimeneas” como falazmente la han denominado varios especialistas en la materia. Si la práctica del turismo contara con chimeneas, los estragos podrían haber sido mayores.
El paradigma identitario y cultural: una necesidad vital en la práctica del turismo
Siguiendo en la línea de que un buen plan de estudios en cualquier disciplina debería de estar orientado a la formación de profesionales que salgan al mercado laboral, ya sea en el sector público o privado, con un andamiaje académico que lo concientice no sólo en generar ganancias para sí y para terceros, sino que el medio para lograr tal fin no sea nocivo para los intereses soberanos nacionales ni tampoco de la ciudadanía local. Este resulta ser un punto de vital relevancia al momento de diseñar dichos planes curriculares puesto que se deberían incorporar asignaturas relativas a la historia regional, nacional y local, al exhaustivo conocimiento del patrimonio natural, cultural, arqueológico tanto en la dimensión material como inmaterial, a la geografía en todas sus variedades, y hasta de geopolítica, y todo ello sumado a las asignaturas tradicionales que ya se vienen impartiendo y articularlas en forma permanente. El profesional egresado debe salir al ejercicio de su profesión con amplios conocimientos del territorio sobre el cual trabajará, mucho más si se trata del territorio nacional al que debe proteger y defender en todo el ejercicio de la ética profesional.
Partimos de la enseñanza de la historia que siempre resulta ser escasa y en la que la presencia de mayor cantidad de contenidos relacionados con la historia universal y europea es una clara muestra de cuántos planes de estudio están concebidos desde una concepción eurocentrada, dejando por fuera la escala latinoamericana y, en menor medida, la nacional, la que siempre aparece desarticulada de la perspectiva nuestroamericana. En esta cuestión la historia debe de empezar con una mirada más indigenista para resaltar la presencia de pueblos originarios ignorados por la historia nacional e invisibilizados hasta los tiempos presentes. Sin embargo, otro hito de la historia nacional que representa un orgullo y que siempre fue minimizado para no ofender al imperialismo británico es, precisamente, el de las Invasiones Inglesas de 1806 y 1807, que marcaron prácticamente el inicio de la historia como Nación. La propia colonización pedagógica, ya reconocida por don Arturo Jauretche, hizo ciertos interregnos de la historia nacional fueran minimizados y que no generen en la conciencia nacional todo aquello que promovía conceptualmente Juan José Hernández Arregui.
Partimos de un concepto vital emanado por el arquitecto patrimonialista Ramón Gutiérrez quien sostiene que “un hombre culto es aquél que conoce su propia cultura, no el que sabe mucho de la cultura de los demás” (Gutiérrez, 2011:6). No en vano cuando tratamos la dimensión sociocultural, en especial en destinos de esta región, no puede dejar de relacionárselo con el acervo que conforma el patrimonio cultural de una nación y que consolida la construcción de una identidad propia, la cual muchas veces se ve amenazada por intrusiones foráneas que intentan homogeneizar un sistema cultura (Basavilbaso, 2024: 42). Por tal, vale la pena recordar lo que la UNESCO define como patrimonio cultural, estableciendo que:
El Patrimonio Cultural de un pueblo comprende las obras de sus artistas, arquitectos, músicos, escritores y sabios, así como las creaciones anónimas, surgidas del alma popular, y el conjunto de valores que dan sentido a la vida, es decir, las obras materiales y no materiales que expresan la creatividad de ese pueblo, la lengua, los ritos, las creencias, los lugares y monumentos históricos, la literatura, las obras de arte y los archivos y bibliotecas (UNESCO, 1982).
A su vez, vale la pena resaltar que también los espacios geográficos se destacan por la presencia de un rico patrimonio natural constituido por formaciones geomorfológicas y biológicas creadas a lo largo del tiempo por la naturaleza, y son parte esencial de la reserva de la biósfera terrestre. Este patrimonio natural, no se halla aislado, sino que está en una constante relación dialéctica con el patrimonio cultural del cual es fuente de inspiración para grandes creaciones materiales e inmateriales. Asimismo, el patrimonio cultural es la herencia cultural que heredamos de nuestros antepasados y se constituye por: bienes muebles, bienes artísticos y bienes inmuebles. Estos últimos se hallan en íntima relación con la inmaterialidad reflejada por un rico acervo inmaterial que se conforma por las prácticas, representaciones, expresiones, conocimientos y habilidades de una comunidad. Se transmiten en forma oral o mediante gestos; se van actualizando con correr del tiempo y poseen un claro proceso de recreación colectiva. El patrimonio es el elemento esencial de identificación que un grupo social hereda de sus antepasados, con la obligación de conservarlo y enriquecerlo. Por ello, el patrimonio cultural está integrado por valores vigentes y objetos concretos de existencia real. Consecuentemente, el patrimonio cultural constituye la memoria histórica vigente y es el conjunto de los testimonios sensibles de la identidad de un grupo social. Su salvaguarda garantiza el mantenimiento de la identidad, el fortalecimiento de la memoria histórica, posibilita la propia supervivencia y continuidad del Hombre sobre el planeta con el fin último de mejorar la calidad de vida de los pueblos. De aquí que se debe tomar conciencia de que en un mundo en el que impera el capitalismo neoliberal globalizado que conlleva a una devoradora homogeneización de usos y costumbres, la defensa del patrimonio cultural constituye un gesto de vital importancia para la consolidación de la identidad cultural de todo grupo social. Siguiendo esta línea de razonamiento, el arquitecto patrimonialista argentino Ramón Gutiérrez sostiene que “la identidad es un proceso abierto en construcción que se enriquece paulatinamente en el proceso de integración de diversidades culturales” Asimismo, agrega que “la amplitud que hoy abarca el patrimonio desde una óptica de lo tangible y natural a lo intangible y territorial, permite que esta acelerada construcción de identidades tenga la dinámica capaz de compatibilizar el generoso escenario de participaciones identitarias en países de extensa diversidad cultural”. (Gutiérrez en Bórmida, 2015:6).
En consecuencia, la identidad es uno de los pilares fundamentales de la cultura y del patrimonio cultural de los pueblos. Sin embargo, la misma es una expresión altamente vulnerable frente a los grandes procesos hegemónicos de inoculación de nuevos modelos de vida en los que la homogeneización cultural, impulsada por el poder blando, utiliza al turismo como un fuerte mecanismo de cimentar nuevas expresiones culturales que se montan sobre las ya preexistentes, gestando, así, una nueva expresión cultural que permite vislumbrar algún remanente de la original pero que, sin lugar a dudas, constituye una nueva identidad que se asemeja más a la del visitante que a la del residente local. Esto se logra a través de grandes procesos de inculturación y transculturación pero también de fagocitación, al decir de Kusch, en la que la comunidad de acogida termina por incorporar expresiones y modos de vida foráneos para asegurarse, así, el buen vivir y evitar la exclusión del mercado laboral. Al respecto, se plantea un escenario muy interesante sobre todo en los destinos turísticos de América Latina. Y una vez más, un exponente de la matriz del pensamiento nacional se adelanta, enunciando problemáticas que claramente pueden visualizar en la práctica del turismo de masas en las naciones periféricas (Basavilbaso, 2024:44).
Es harto conocido el pensamiento binario sarmientino entre “civilización y barbarie” que se da no sólo en Argentina sino también en Latinoamérica en general, y que históricamente planteó dos modelos societarios antagónicos. El filósofo y antropólogo argentino Günter Rodolfo Kusch lo describe como un vínculo dialéctico entre “hedor y pulcritud”, relación que surge del choque de dos culturas en un claro proceso de inculturación. Esto es, situación en la que una cultura dominante se monta sobre otra dominada integrándola forzosamente y silenciándola lo más que se pueda. Dicha situación continúa observándose hasta los tiempos presentes en los que se da, no sólo, una confrontación entre dos modelos societarios sino también entre dos espacios geográficos bien definidos: el Interior y la Metrópoli. Es esta última la que intenta siempre imponer un nuevo estilo de vida, nuevas formas de pensamiento, nuevas estrategias comerciales en las que el predominio de lo extranjero por sobre lo criollo se hace muy notorio y donde el predominio de la metrópoli por sobre el resto del territorio es una muestra más de la divergencia entre dos modelos antagónicos. En palabras de Kusch, “(…) Ahora el coloniaje se amplía: se trata de imitar todo lo europeo o sea también el mundo anglosajón en el terreno del espíritu y en el del comercio, pero siempre dentro de la pequeña parcela que comprende la ciudad” (Kusch, 2007:84). Y agrega: “Con ello no sólo se transplanta la forma, sino ficticiamente también la materia. Lo que ha sido un coloniaje de cuerpo y sangre inmigrada durante la colonia, se convierte así en coloniaje de espíritu con la independencia” (Kusch, 2007:85). Allí, lo que se observa es que cuando se selecciona un destino para ser explotado turísticamente, lo que se promete es el pleno desarrollo del mismo y de todo el territorio en torno a él. Dado que todo el emprendimiento está planificado y diseñado por las corporaciones hoteleras y turísticas multinacionales desde fuera del territorio a explotar, no es difícil de elucidar que lo que se procura es un modelo de explotación a la medida de dichas empresas y de los deseos y motivaciones de sus potenciales clientes. Lentamente se van inoculando formas de comercialización, modos de vida y modalidades de consumo que son más parecidas a las de la demanda que a las de la oferta.
Consecuentemente, de manera lenta y silenciosa, dentro de este proceso de inculturación, se producen mecanismos de aculturación o transculturación, que destruyen el patrimonio cultural y hasta natural de los pueblos residentes en los destinos de acogida. Asimismo, estos mecanismos alteran por completo los vínculos entre los miembros de la comunidad local que, posteriormente, impactarán en la relación con el visitante. Así planteadas las cosas, no puede negarse que el turismo deja de ser un fenómeno de pleno desarrollo sino, muy por el contrario, una forma de generar desestabilización en territorios cuando la planificación no es llevada a cabo con la participación de todos los actores sociales intervinientes y muy especialmente de aquellos que padecerán los impactos negativos. Una vez que el destino se agota puesto que ya no ofrece la misma esencia que lo caracterizó como un potencial destino exótico, los flujos turísticos, al igual que el sector empresarial multinacional que puso la mira en dicho proyecto, abandonan el lugar dejando un territorio degradado ambiental, social y económicamente. Por ello, no fueron pocos los destinos turísticos de naciones periféricas de América Latina que han sido víctimas de promesas incumplidas. Finalmente, es fundamental analizar el nivel de proceso de inculturación y su impacto en la identidad local (Basavilbaso, 2024:46).
La geopolítica de la Causa Malvinas y Antártida en la defensa de la soberanía nacional
Muchas veces cuando hablamos del turismo como fenómeno social y del ejercicio del mismo, surge el interrogante de cuál sería la relación de éste con la geopolítica, sin caer en la cuenta de que el turismo constituye una herramienta más del soft power a escala mundial. De aquí, la necesidad de que los futuros egresados de las licenciaturas, tecnicaturas y guías de turismo, tengan una formación cabal en esta materia dado que siempre está y estará relacionado con la historia, la conservación de recursos y bienes naturales y culturales, así como también en la detección de intereses foráneos de apropiarse de un determinado espacio geográfico, utilizando a la práctica del turismo como un mecanismo de camuflaje. Sin embargo, la geopolítica constituye una de las disciplinas más conflictivas dentro de las ciencias sociales y, a pesar de ello, está siempre presente en toda actividad que involucre a dos o más Estados. Es interesante el concepto que el sociólogo uruguayo Vivian Trías toma del coronel argentino Jorge E. Atencio, profesor de Geopolítica en la Universidad Nacional de Cuyo en la que sostiene que: “Geopolítica es la ciencia que estudia la influencia de los factores geográficos en la vida y evolución de los estados, a fin de extraer conclusiones de carácter político”. (Trías, 1969:10). De alguna manera, la geopolítica se basa en un punto de partida científico, esto es, el influjo determinante que los factores geográficos, tanto en su variedad como complejidad, impactan sobre las sociedades humanas. Uno de esos factores es el espacio geográfico cuyo concepto refiere a una mera extensión, a una superficie cuantitativamente considerada y en cuya noción se concibe tanto la tierra como el mar y los cursos fluviales. Sin embargo, Trías agrega que, para la metrópolis, dicho espacio, además de su dimensión, también incluye los recursos naturales, fuentes de materias primas, población con determinado nivel adquisitivo, es decir, el espacio como mercado, además de su situación con respecto a las rutas marítimas y terrestres. (Trías, 1969:16). Agregamos, a esta concepción de Trías, los recursos culturales tanto materiales como inmateriales ya que conforman una importante variable en la identidad de los espacios geográficos, así como también de las sociedades que en ellos residen. Al respecto, es destacable lo que plantean los investigadores ecuatorianos Lucía y Luis Herrera Montero puesto que ante la presencia del capitalismo de tipo financiero-extractivista con poder planetario, no sólo se promueve un despojo de los recursos naturales sino que también se ejerce presión sobre la diversidad cultural de los pueblos a través de procesos intensivos de urbanización, desterritorialización, reterritorialización, masificación del capital tecnológico y acumulación financiera monopólica (Herrera Montero, Lucía y Herrera Montero Luis, 2020:100). Dicho capitalismo financiero conforma estructuras hegemónicas de poder que, al decir de Pinheiro Guimaraes en la obra de Marcelo Gullo La Insubordinación Fundante promueve como estrategia de preservación y expansión de dicho poder “la división interna y fragmentación territorial de los Estados periféricos” (Gullo, 2008:37). Vale aclarar que el concepto de territorio implica un poblamiento, con sus convergencias y divergencias, que se construye, consolida y transforma dentro de un espacio geográfico en el que convergen necesidades tanto biológicas como sociales. Por otro lado, el territorio jamás puede ser concebido sin la presencia de los actores que forman parte de él, así como tampoco pueden obviarse las interrelaciones de carácter múltiple que se dan entre ellos puesto que esas relaciones sociales que caracterizan al territorio, también explican las relaciones de poder que allí se suscitan. Esto es así puesto que el territorio es un espacio político en el que se han impuesto mecanismos de expropiación violenta, así como también el sometimiento de sus poblaciones (Herrera Montero, Lucía y Herrero Montero Luis, 2020:102). Esta argumentación da, precisamente, en el blanco acerca de la manera de concebir el territorio y la geografía por parte de los planificadores y diseñadores de proyectos de turismo a gran escala y por ello, frente a este planteo, es notoria la escasez de estudios acerca del fenómeno turístico desde una mirada sociológica y politológica.
Sin embargo, el turismo, como fenómeno social, posee una faceta por demás interesante a la vez que, tomado como política de Estado, constituye una herramienta fundamental de posicionamiento geopolítico y de afianzamiento de la soberanía. De aquí que, si existiera una verdadera política estatal a escala turística, ésta debiera ser abordada desde diferentes miradas, puesto que no sólo contribuye al desarrollo económico de una nación sino también a la reivindicación de valores nacionales que conlleven a una toma de conciencia nacional a partir de un fenómeno que siempre fue apreciado de manera frívola y banal. A diferencia de otras ciencias, la política ha postergado el análisis del turismo tanto en sus aspectos teóricos como prácticos (Basavilbaso, 2024:23). Consecuentemente, se torna vital la presencia del Estado en el desarrollo de un plan estratégico de turismo que, ideológicamente y desde un pensamiento situado, incorpore la conciencia nacional en el sentido de una revalorización del patrimonio histórico y cultural. Los flujos turísticos principales emergen de los países centrales hacia las naciones periféricas, al punto que, en muchos casos debido a la ausencia de planes estratégicos de turismo en las comunidades de acogida, se han inoculado usos, costumbres y consumos que a la larga terminan por diezmar la cultura local que, otrora, brindara la autenticidad patrimonial por la que ese destino se destacó en el mercado internacional. En otras palabras, y haciendo honor a Juan José Hernández Arregui, frente a estos embates se pone en riesgo el “Ser Nacional”. Este pensador argentino establece que:
El ser nacionales, en primer término, un concepto general y sintético, compuesto por una pluralidad de subconceptos subordinados y relacionados entre sí. Es un hecho político y empernado por múltiples factores naturales, históricos y psíquicos a la conciencia nacional de un pueblo. Es una comunidad establecida en un ámbito geográfico y económico, jurídicamente organizado en nación, unida por la misma lengua, un pasado común, instituciones históricas, creencias y tradiciones también comunes conservadas en la memoria de un pueblo, y amuralladas, tales representaciones colectivas, en sus clases no ligadas al imperialismo, en una actitud de defensa ante embates internos y externos, que en tanto disposición revolucionaria de las masas oprimidas, se manifiesta como conciencia antiimperialista, como voluntad de destino(Hernández Arregui, 2005).
Casi sin quererlo, Hernández Arregui esboza una definición conjunta del patrimonio cultural, la identidad y la memoria colectiva de un pueblo y hace un llamamiento a su defensa a ultranza frente a la inoculación ideológica que los flujos turísticos provenientes de los países centrales inyectan en las naciones periféricas a través de lo que Joseph Nye y Hans Morgenthau denominaran poder blando (Gullo, 2008:38). Para Nye, el poder es la habilidad para influir en el comportamiento de Otros y obtener los resultados anhelados. En otras palabras, el poder implica siempre algún tipo de manipulación ya sea cooptando a un Otro subordinado o en inferioridad de condiciones a través de tratados, convenios, contratos que más de las veces beneficia más al subordinante que al propio oferente de un recurso, producto o servicio. Bajo esta mirada, resultan innumerables los casos en los que son los propios operadores turísticos foráneos los que solicitan que ciertas necesidades de sus clientes sean satisfechas sin observar si el cumplimiento de las mismas implica violar leyes locales o normas morales que afecten el normal desarrollo de la sociedad local al punto de cometer actos violatorios de los derechos humanos.
Sin lugar a dudas, el turismo es una herramienta más de un mecanismo silencioso pero efectivo que puede alterar el normal desarrollo de los pueblos, no sólo a nivel económico sino también a escala social. Es frecuente que, en destinos turísticos desarrollados, el visitante ostente más privilegios que el morador local. Por ello, la defensa de la soberanía debe comenzar por la defensa de los derechos humanos de los pueblos en especial de aquéllos que son residentes de algún destino turístico de relevancia. Será el visitante quien se tenga que adaptar a las costumbres y hábitos locales y no a la inversa. Debe evitarse a cualquier precio que se produzca lo que Rodolfo Kusch denominó proceso de fagocitación en el ámbito cultural (Esposto, 2023:55).
Esta situación ideal se logra si y sólo si el turismo, en especial el turismo de masas, es entendido como política de Estado en los que se establecen lineamientos estrictos que debieran ser acatados tanto por los residentes de la comunidad de acogida como por los visitantes foráneos. Asimismo, esta situación ideal redundará en la autoestima de la población local y en el logro de la valoración y resignificación del patrimonio cultural y natural, de la identidad y memoria colectiva de un pueblo. La toma de conciencia de un pueblo es fundamental para lograr este objetivo y evitar que el turismo sea una herramienta más del imperialismo culturaldel que Hernández Arregui hace referencia en su obra (Hernández Arregui, 2005). Para ello, deba apelarse a la teoría de la insubordinación fundante gestada por el politólogo argentino Marcelo Gullo como mecanismo contra las estructuras hegemónicas de poder que se dan dentro de esta actividad, y como forma de aumentar el umbral de poder por parte de los Estados a través del diseño de políticas que morigeren los impactos del turismo de masas así como también en la formación de profesionales que cuentes con las herramientas necesarias para contrarrestar dicho mecanismo.
En adición, resaltamos que el turismo es un fenómeno que genera imaginarios geográficos dentro de los flujos de visitantes. Vale recordar que el concepto de imaginario proviene de los enfoques humanistas de la geografía sustentados por la fenomenología y el existencialismo. De este modo, más de las veces, los turistas y viajeros conciben y se les hace percibir que un determinado destino turístico es puesto en valor gracias a su presencia y a las inversiones que allí desembolsan. Por lo que se da un juego perverso en la relación entre el turista y el residente local, en la que el primero, al ser el sujeto activo, en términos heiddegerianos, de todo este proceso es quien ostenta el poder de compra, y termina sometiendo de múltiples maneras al residente local como sujeto pasivo, lo cual redunda en una concepción de dominio y apropiación por parte del turista sobre el destino visitado, remarcando esa dualidad centro-periferia que tanto caracteriza a los procesos de colonización. No hay que olvidar que el turismo vende no sólo destinos sino experiencias y vivencias que más de las veces se observan, desde cierta distancia, en revistas y folletería comercial. Por ello es fundamental que el turismo constituya una verdadera y legítima política de Estado que no sólo quede plasmada en la sanción de leyes, que suelen convertirse en letra muerta, sino en las acciones concretas sobre este fenómeno social que, bien planificado con verdaderos planes estratégicos de desarrollo sustentable no sólo pueda inclinar positivamente la balanza comercial sino que también fortalece y consolida la conservación y preservación de los recursos culturales y naturales así como también la identidad de los pueblos custodios del patrimonio a explotar. Por tal, el turismo debe ser concebido fuertemente en las relaciones internacionales de todas y cada una de las naciones. Por ello, es fundamental aclarar que estos imaginarios geográficos están vehiculizados por una multiplicidad de actores sociales dentro de los cuales se van a destacar todos aquellos relacionados con lo político como, por ejemplo, los medios de comunicación, los Estados en sus distintos niveles de gobierno, o incluso los distintos actores que se desarrollan sobre el territorio como colectivos, empresas, entre otros, y donde cada uno de estos agentes sociales ejercerán algún tipo de influencia en la construcción determinada del imaginario geográfico. Asimismo, no puede dejar de mencionarse que la construcción de estos imaginarios termina constituyendo una alteridad espacial, es decir, un Otro espacial que conlleva a una segregación espacial, concepto ya utilizado en 1844 por Engels, y que suele darse tanto en espacios rurales como urbanos y por tres cuestiones específicas: razones étnicas, razones religiosas y razones socioeconómicas (Dias, 2023). Estas últimas son las que se relacionan directamente con el fenómeno del turismo.
A modo de cierre
Como hemos analizado a lo largo de este recorrido hemos podido corroborar que el turismo resulta ser un fenómeno de una naturaleza muy compleja en el que es imposible estudiarlo desde una sola disciplina o enfoque metodológico sino que al ir sumergiéndonos en su propia substancia, damos cuenta de que debe ser abordado desde una perspectiva transdisciplinar y que, para llegar a conformar un turismólogo o un profesional del turismo desde el enfoque científico-social, se requieren de planes de estudio integrales, diseñados desde la perspectiva de una matriz del pensamiento nacional y latinoamericano, con asignaturas concretas que aborden dichas problemáticas y conflictividades y que no basta solamente con pequeñas charlas que resultan ser meras pinceladas que no contribuyen a la comprensión cabal de un fenómeno tan controvertido como es el del turismo. Claro está que el turismo bien planificado y ejercido a partir de planes estratégicos a largo plazo incorporando los aportes mencionados ut supra, constituirá, sin lugar a dudas, en una variable de desarrollo socioeconómico diversificando la matriz económica de una nación en la que deben permanecer la mayor cantidad de réditos económicos sin alterar el buen vivir de las comunidades residentes y sin alterar su patrimonio natural y cultural, su identidad, su historia, su soberanía y, principalmente, su memoria histórica como pueblo, sólo garantizando la supervivencia de las generaciones presentes sino también de las futuras.
*Fotografía Sebastiaõ Salgado, extraído del sitio: https://www.fotografiarte.es/fotoblog/genesis-sebastiao-salgado-oda-naturaleza/
Bibliografía
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Días, Rodrigo (2023), Geografías de lo Cotidiano. Un ensayo sobre teoría, evolución y actualidad del pensamiento geográfico, Ed. Un Espacio Geográfico, Cinco Saltos, pcia. de Río Negro;
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