Si el mundo como totalidad se completa con la aparición de América en la aclamada historia universal, entonces la periferia es un lugar privilegiado para pensar esa totalidad porque representa la posibilidad de integración o comprensión de toda integralidad. Esta es la tesis central de Amelia Podetti en su obra La irrupción de América en la historia publicada postmortem en 1981 pero escrita durante la década del 70´ en Argentina. El privilegio aludido se ve interrelacionado al rol adoptado en el continente americano de juez de las injusticias del mundo moderno capitalista. Un papel que sin lugar a dudas no fue contemplativo, sino ejercido con hechos de resistencia: los aztecas enfrentándose a Hernán Cortés, los calchaquíes contra la explotación de los encomenderos, Tupac Amaru contra la burocracia virreinal, la revolución independentista contra España, entre otros episodios significativos enumerados por Podetti que bastan para ilustrar la diferencia creativa.
Sin embargo las voces de la resistencia o las voces populares latinoamericanas han sido sistemáticamente invisibilizadas con argumentos que aluden a una falta de fundamentación científica o académica. Esa invisibilización no es azarosa, responde a una estructura de colonización cultural y epistemológica que es preciso aclarar para legitimar la existencia de una matriz de pensamiento latinoamericano que contribuya a una perspectiva autónoma, nacional y popular de percibir el mundo. Esta es, a grandes rasgos, la tesis de Alcira Argumedo en Los silencios y las voces en América Latina publicada en 1993.
Podemos identificar en ambas autoras[1] a pesar de sus contextos históricos, políticos, culturales y disciplinares diferentes, un mismo propósito: la construcción de una mirada propia, de un espacio que sea verdaderamente “nuestro” desde el cual posicionarse intelectualmente y desde donde producir conocimiento. Esta perspectiva no busca fundar un pensamiento ex nihilo, sino más bien reivindicar un legado existente para (re)organizarlo en conexión a un criterio epistemológico situado. Para eso, el primer paso es buscar aquellas ideas que se han manifestado en líderes populares, en movimientos de resistencia y en experiencias de participación política que trazaron un camino que se vuelve imprescindible volver a fundar especialmente en el contexto de la década del 60 en América Latina. Este momento histórico, que en general queda asociado al auge de las “nuevas izquierdas”, también está constituido por pensamientos alternativos como el que representan estas autoras que se encolumnan tras la insignia de recuperar líneas que han sido interrumpidas por la dictadura del 55´ y que se pueden rastrear incluso desde la creación del Virreinato del Río de la Plata.
A pesar de los años que separan una obra de otra, es preciso recordar que ambas autoras mujeres fueron figuras claves dentro del movimiento estudiantil que se denominó Cátedras Nacionales. Éstas eran cátedras alternativas a las oficiales, también llamados cursos, que se dictaban en la Universidad Nacional de Buenos Aires. Las cátedras nacionales que se forman aproximadamente entre el 68´ y el 69´ representaron un movimiento intelectual, militante, teológico y principalmente experimental, que estaba conformado por profesores que proceden de distintas fuerzas políticas, como socialistas, comunistas, marxistas, militantes jesuitas y católicos, peronistas y otros que no provenían de la izquierda más radicalizada pero tampoco de la derecha imperante. Lo que todas estas fuerzas comparten, es la urgencia de generar espacios dentro de las universidades para el pensamiento nacional y su articulación con la praxis política, revisar la tradición intelectual proveniente de Europa y al mismo tiempo reponer la bibliografía que había sido marginal en la universidad o que se refería a experiencias de liberación de otros pueblos periféricos, para fomentar un nacionalismo cultural con conciencia latinoamericana.
Ambas pensadoras batallaron también desde sus respectivas revistas de las que fueron parte, Antropología del Tercer Mundo (68´-´73´) en el caso de Argumedo en el staff y Hechos e ideas de Podetti, siendo su directora desde el 73´ al 75´.
LAS RAZONES QUE SOSTIENEN LAS TESIS
Si ordenamos sus razonamientos de forma lineal a los fines de este trabajo, encontramos argumentos que sostienen aquellas tesis que señalamos en la introducción:
Amelia Podetti
1-La subjetividad histórica
En un artículo que se publicó en 1987[2] en Hechos e Ideas, que es la transcripción de una clase que Podetti dictó en la Facultad de Filosofía y Letras en junio de 1973 en Introducción a la Filosofía, aparece de forma explícita una reflexión crítica sobre la autenticidad de lo filosófico que también se venía esbozando en escritos previos. Para Podetti en la historia de la filosofía ha prevalecido la creencia de que para hacer filosofía ‘auténtica’ hay que adoptar una posición ahistórica y neutral. Esta verdad asumida e impulsada en particular por la corriente positivista foránea, es para la autora impracticable. Se refiere a ello expresamente sentenciando que; “…todo contenido, todo problema y todo acontecimiento está siempre interpretado desde una perspectiva, desde un lugar histórico y político” (Podetti 1973,30). La idea de “no lugar” es completamente utópica y esto lo prueba la misma fenomenología husserliana advirtiendo que la conciencia es intencional por lo que no puede carecer de objeto, es decir que la conciencia siempre es conciencia de algo y está enmarcada necesariamente en un contexto, un lenguaje, una historia y una cultura que lo precede.
Esta posición de Podetti se torna hacia el final del artículo una crítica directa a la práctica filosófica y científica más próxima. A pesar de que sabemos que no es posible salirse de sí y del entorno a la hora de investigar o reflexionar, tanto filósofos como científicos continúan situándose desde lugares que pretenden trascender la historia y la política, siendo éste el mayor de los problemas “hacia adentro” de la región. Ya que así se ocultan las condiciones de posibilidad para una filosofía y una ciencia nacional, y, al mismo tiempo el pensamiento propio queda restringido de antemano en su función de intervenir críticamente en la realidad. Por lo tanto, el supuesto de que es posible hallar una mirada susceptible de ser neutra, es para nuestra autora un enunciado falso que trae consecuencias éticas.
2- América como finis terrae
En el Comentario a la Introducción a la fenomenología del espíritu, escrito en 1968 y publicado en 2007 con un pertinente prólogo de Jorge Mario Bergoglio quien luego será recordado como el Papa “Francisco”, Podetti retoma a Georg Wilhelm Friedrich Hegel a favor de sus ideas.
Para Hegel la historia universal se constituye en un proceso dialéctico en el que el espíritu (Geist) se despliega progresivamente hacia la libertad y la autoconciencia. Este desarrollo se da a través de distintas etapas, encarnadas en diferentes civilizaciones que han asumido, en cada momento, el papel de portadoras del espíritu. La historia universal se desarrolla en un espacio geográfico determinado, en el que cada civilización contribuye a la totalidad del espíritu. Totalidad que no remite a una colección de individuos particulares, como una mera suma de seres, sino que es una suerte de totalidad en construcción, un “siendo” que se afirma y niega a la vez, creando-constituyéndose identidad, diferencia, diversidad, oposición y contraposición. Identidad que es particular, pero que a la vez participa de esa totalidad lógicamente originaria que tiene un comienzo y una culminación. En términos históricos concretos, para Hegel la historia universal comienza en Oriente, pero su culminación está en Europa, en especial en el mundo germánico-cristiano y es plenamente racional.
Esta “vuelta” al hegelianismo o a una suerte de tercera recepción hegeliana, que comienza en el 1949 durante el primer Congreso de Filosofía, de acuerdo a la periodización propuesta en un estudio reciente de Eduardo Assalongue (2021)[3] y que se extiende hasta 1983, se caracteriza por interpretaciones existencialistas, marxistas, teológicas y peronistas del filósofo alemán.
Siguiendo esta línea que también comparte con su amigo y colega Andrés Mercado Vera, Amelia Podetti acepta que el espíritu de la historia se despliega dialécticamente hacia la libertad y la autoconciencia, sin embargo señala que no es posible pensar la historia universal sin la aparición de América en la historia o el encuentro entre América y el Viejo mundo, ya que “significó una transformación total de la geografía material y espiritual sobre la cual había marchado hasta ese momento el proceso de universalización del hombre” (Podetti 2007, p.50). América es el eje desde donde comienza la historia universal justamente porque en clave dialéctica, es donde el mundo en sí (no un nuevo mundo, ni otro) termina de completarse como tal. Aquí se da la síntesis que marca el inicio de la modernidad, transformando profundamente a ambas regiones de Occidente.
“Lo que se descubrió fue el mundo, porque a partir de ese momento los hombres pudieron conocer realmente cómo era el mundo; era algo totalmente diferente a lo que habían conocido los hombres precolombinos, fueran europeos o americanos, ya que el problema los abarca a ambos” (Podetti 2007, p.50).
Este movimiento de colocar a la “conquista” como el fenómeno que habilita y efectivamente concreta la idea de universalización y unificación del mundo conocido, explica en gran medida la tesis principal que aporta Podetti a caballo del planteo de Hegel, quien minimiza y no logra captar la importancia de este proceso histórico y espacial en su sesgo racionalista y europeocéntrico. Podetti va a utilizar la noción de “orden europeocéntrico” así como Fermín Chávez utilizará “europometrismo cultural” para denominar el punto de vista estrecho que se reduce a lo europeo, siendo en este período una verdadera novedad conceptual.
3- La distancia crítica
Ya en su obra La irrupción de América en la historia no sólo no desconoce este sesgo eurocéntrico en su revisión epistemológica, sino que además asume esta fractura originaria que presenta América con el resto de Occidente a tal punto, que es aprovechada por la autora para constituir las bases para una posición singular sobre la universalidad.
En términos generales para Podetti, las zonas periféricas tienen una ventaja epistemológica gracias a su distancia crítica con el centro y lo que tiene América es que justamente arrastra las tradiciones de todos los demás pueblos comprendidos como periféricos en su heterogeneidad cultural.
Cabe aclarar en este punto, cuáles son los posibles sentidos que orbitan en torno a la periferia: hay al menos dos líneas que están presentes en el pensamiento de Podetti y que de algún modo las integra. Por una parte, un sentido religioso o pastoral de periferia que tiene que ver con la narrativa propia del cristianismo relacionada al pueblo de Nazaret donde Jesús puso toda su misericordia y fidelidad, y por otro lado, un sentido social, político y económico de periferia que también está de algún modo relacionado al primero[4]. En cuanto al sentido religioso, la idea de universalismo estuvo ligada históricamente al propósito cristiano o humanista de la evangelización. Llevar la Palabra de Jesús que había nacido en un pueblo perdido de la periferia de Israel tenía que ver con la acción evangelizadora de ir hacia los descristianizados o de los necesitados de esa Palabra.
Por otro lado, en relación al sentido social, político y económico, la periferia es el nombre que se le da al espacio en el que habitan los excluidos, los explotados, los sobrantes del sistema capitalista. Esta articulación de ambos sentidos de periferia resultó ser con el tiempo uno de los grandes aportes de Podetti al pensamiento cristiano contemporáneo, citado por Jorge Mario Bergoglio cuando ya era denominado por su nombre papal Francisco.
En ambos sentidos, la posición de América en la historia ha sido la de juez de todos los abusos y las iniquidades que se cometieron en el mundo moderno capitalista. De ahí que el planteo o la propuesta sea fundar un universalismo que arrastre la tradición humanista que combina el cristianismo con la cultura precolombina, que emerja desde el mestizaje y la pluralidad. Que sea “capaz de integrar la modernidad con su propio fundamento histórico y espiritual porque ella (América) es capaz de concebir la universalidad de la historia y el sentido de búsqueda de la unidad en la marcha del hombre sobre el planeta” (Podetti 2007, 9) debido a que, por su ubicación en tiempo y espacio la universalización alcanzó su cumplimiento integral. América no solo representa el punto final del proceso de ocupación del planeta, sino también el lugar desde el cual es posible repensar el sentido de la universalidad, a causa de su distancia crítica con los sucesos y estructuras que llevaron a Occidente a su decadencia. Universalismo que no debe confundirse con abstracción. Mientras que la abstracción permite la formulación de conceptos generales a partir de casos individuales independiente de sus condiciones, en cambio el universalismo representa el culmen del desarrollo humano en general y se constituye como ejemplo para que otros actores persigan ese camino sin perder de vista las características de cada entorno.
La inversión epistemológica de Amelia Podetti deja en evidencia que Europa no es el principio ni el fin del conocimiento y el desarrollo humano, sino que la potencia está en la periferia, en particular en América, ya que reúne las tradiciones de los pueblos periféricos y ha gestado históricamente una mirada de juez sobre los caminos erróneos a los que nos condujo la modernidad restringida al límite meramente europeo de conocimiento.
Alcira Argumedo
1- El reconocimiento de interlocutores
En Los silencios y las voces de América Latina (1993), Alcira Argumedo propone, en primera instancia, equiparar las jerarquías de autores occidentales con sus contemporáneos latinoamericanos. Se trata, como dice ella, de un ejercicio de comparación que busca entablar un diálogo entre dos interlocutores que se reconocen mutuamente. Esta propuesta metodológica tiene como fin dejar en evidencia el contraste entre dos modelos, uno que responde a enunciados legítimos, aceptados, entendido como racionales y científicos y otros que en el otro extremo se presentan como los bastardos o bárbaros al mismo tiempo que le permite sistematizar las ideas de los protagonistas históricos que va a seleccionar.
El ejercicio es poner en contraste referentes europeos y latinoamericanos que hayan sido contemporáneos a sus respectivos tiempos, pero desde lugares distintos. De este modo visibiliza además que “no hay marcos teóricos inocentes en sus consecuencias y vinculaciones políticas” sino que de hecho el peso cultural en la política es clave a la hora de legitimar un discurso sobre otro. Por esta razón la autora busca analizar los discursos académicos-políticos desde un marco integral tanto en términos teóricos como históricos lo cual ya se relaciona con el siguiente punto, que si bien no está separado en el texto, lo distinguimos a los fines de ordenar su propuesta.
2- La totalidad alternativa
La autora señala que tanto las divisiones en las ciencias como categorías que dividen procesos sociales o los “departamentaliza” haciendo referencia a la línea propuesta por Max Weber, así como la pretensión de objetividad, producen necesariamente la exclusión de determinados actores, la riqueza de la visión integral, socio histórica y transdisciplinaria. De este modo emerge la necesidad de redefinir el concepto de totalidad del que comúnmente se parte, para abordar los fenómenos sociales. Entendemos que aquí además de ser crítica, busca darle un marco o un criterio de referencia al ejercicio de la sociología en nuestro país.
En este sentido, Argumedo propone “recuperar una visión comprensiva, abierta y dinámica que cuestione las interpretaciones parcializadas y permita incluir lo excluido, señalar los silencios” (p.74), porque la parcialización encubre los hechos. Este mecanismo es parte de un proyecto moderno, colonial y también liberal que tiene por función legitimar determinados discursos que permitan el sostenimiento del poder centralizado acallando otras voces y postulando una racionalidad por encima de la emocionalidad. Hacer teoría para la pensadora es y debería ser dar cuenta de que los conceptos, las categorías y las decisiones que se tomen metodológicamente y que tienen influencia directa en la vida cotidiana porque las teorías están inmersas en la cultura, son expresiones de épocas particulares enmarcadas en contextos particulares.
3-La matriz subterránea
Argumedo nuclea y sistematiza las distintas vertientes teóricas tras la concepción general de “matriz teórico-política” que viene a articular categorías y valores.
Este concepto marco de matriz que simboliza el origen, la fuente o el lugar de creación, remite a “un conjunto de valores constitutivos que conforman la trama lógico conceptual básica y establecen los fundamentos de una determinada corriente de pensamiento” (p.79). Se trata de trazar una línea histórica social inclusiva que permita observar continuidades, rupturas, de propuestas, enunciados, valores pertenecientes a las principales corrientes ideológicas de las ciencias sociales y del debate político.
Estas matrices determinan la forma en la que percibimos el mundo, en términos filosóficos diríamos que son los criterios epistemológicos y ontológicos en los que nos movemos en la cotidianidad. Criterios que definen aquello que concebimos como conocimiento en general y su límite y aquello que suponemos es la realidad y sus límites. Es por esta razón que la autora considera que al señalar, visibilizar y reconocer estas matrices que constituyen el fundamento de nuestra percepción social y política, damos cuenta de su condición polémica dado que en todos los casos o en cualquier caso, esta percepción estará asentada en una corriente ideológica determinada y no en una estructura neutral.
Este argumento es reforzado por la incorporación de la noción de paradigma de Thomas Kuhn que se desarrolla particularmente en su libro La estructura de las revoluciones científicas (1962) con la cual Argumedo encuentra similitudes y diferencias a la de matriz teórico-política.El concepto es útil en la medida que evidencia que las teorías, métodos y normas son un conjunto inseparable de su entorno que permite identificar momentos de rupturas o crisis en la ciencia y en modelos que han sido hegemónicos o aceptados durante una cantidad determinada de tiempo y que ya no resuelven los problemas de una comunidad científica.
En este aspecto la idea de paradigma es similar a matriz ya que tiende a integrar las variables y tener una visión más abarcativa de los hechos científicos y sociales. Kuhn aborda la historia de las ciencias de tal modo que permite dar cuenta tanto de las continuidades como de las rupturas de paradigmas que atraviesan períodos de “normalización” y de revoluciones o crisis que a su vez surgen de los cambios radicales en las pautas de investigación. Ahora bien, el concepto de paradigma, nos dice Argumedo, corresponde al ámbito científico en particular y focaliza en las crisis y rupturas mientras que la matriz teórica-política sistematiza aquello que para Kuhn sigue siendo “extracientífico” o “externo” como son los factores histórico políticos y por otra parte se enfoca principalmente en las continuidades de las corrientes ideológicas más que en sus rupturas.
Asimismo la autora toma en favor de su argumento los aportes de la psicogénesis e historia de Jean Piaget y Rolando García que admite que el conocimiento no es un hecho primigenio, sino que el nuevo conocimiento se adquiere por “reorganizaciones, ajustes, correcciones, adjunciones…” (p.84)
Tanto la coherencia interna como la verificación experimental son una prolongación de prácticas anteriores y normas del pensamiento, no hay una ruptura en el aprendizaje sino más bien continuidad. Además utiliza la noción de episteme de Michel Foucault como marco de análisis con el propósito de fundamentar la importancia y la influencia de aquellos discursos subterráneos, negados o inconscientes a lógicas predominantes o criterios legitimados de conocimiento y percepción del mundo. Una episteme latinoamericana permite organizar los saberes en función de esa línea epistémica que Argumedo busca y consigue instituir en esta obra.
BASES PARA UNA PERSPECTIVA AUTÓNOMA
El pensamiento nacional y latinoamericano, tal como es articulado por Amelia Podetti y Alcira Argumedo, se erige como un esfuerzo de recuperación y legitimación de un lugar apropiado para el conocimiento. Ambas autoras, desde la filosofía y la sociología, respectivamente, plantean una epistemología situada que desafía la neutralidad pretendida del pensamiento occidental predominante y reivindican la periferia como un lugar privilegiado para la producción de conocimiento entendido éste no en un sentido de racionalidad estrecha. “Como Podetti, Argumedo señalaba como momento de inflexión la irrupción histórica de América y la crisis de la modernidad, siguiendo la idea de que esta última revalorizó la razón sobre los sentimientos y que fue la base del pensamiento occidental”, explica Bonforti (2022) comparando asimismo ambos casos.
Podetti, a partir de una reinterpretación de la dialéctica hegeliana, propone que América es el espacio donde la universalidad se completa, otorgándole una perspectiva singular sobre la historia y la modernidad. Su enfoque sobre la subjetividad histórica y la distancia crítica posiciona a la periferia como un punto de enunciación potencial para ofrecer una comprensión más amplia de la totalidad histórica.
Por su parte, Argumedo pone el foco en la estructura de exclusión epistemológica que ha operado en América Latina, identificando una “matriz teórico-política” que permite alzar voces y saberes desplazados. A través del reconocimiento de interlocutores y de una visión alternativa de la totalidad, sugiere un modelo que cuestiona las categorías dominantes y sugiere una manera más integral de concebir la producción de conocimiento en la región.
Ambas perspectivas confluyen en la necesidad de romper con el colonialismo cultural y epistemológico en vistas a fundar un pensamiento propio, enraizado en la historia y la experiencia latinoamericana. La epistemología del pensamiento nacional no busca una simple oposición al pensamiento occidental, sino que propone una reelaboración crítica que permita integrar la modernidad sin renunciar a la propia identidad. En este sentido, el desafío que plantean Podetti y Argumedo sigue vigente: construir un pensamiento que no solo analice la realidad latinoamericana, sino que también contribuya a su transformación desde una perspectiva autónoma, racional equiparada con la experiencia emocional y hacia la emancipación económica e intelectual.
* Imagen de portada
[1] Lógicamente no se restringe a las dos autoras citadas, sino que este planteo es una demanda sistemática en la corriente del pensamiento nacional, siendo para este caso un ejemplo coetáneo; Fermín Chávez. Se trata de un filósofo entrerriano que tiene como propósito forjar un criterio epistemológico propio al igual que las autoras seleccionadas para este trabajo.
[2] Este número es publicado ocho años después de su prematura muerte en 1979, luego que alumnos y amigos hicieran una recopilación de sus clases. Durante este período la Revista Hechos e Ideas estaba dirigida por Ramiro Podetti, el hermano de Amelia Podetti.
[3] Disponible en Vista de Hegel en Argentina
[4] Esta distinción esquemática aparece en una conferencia de Ramiro Podetti pronunciada en México 2015 titulada “Filosofía e independencia desde América Latina y el Caribe”. Ver en bibliografía.
Bibliografía
Argumedo A. (1993) Los silencios y las voces de América Latina. Notas sobre el pensamiento nacional. Argentina: Ediciones Pensamiento Nacional.
Assalone, E. (2021). Hegel en Argentina: Un estado de la cuestión y una propuesta de periodización. Tópicos. Revista de Filosofía de Santa Fe. 42 (ago. 2021), 4–26. DOI:https://doi.org/10.14409/topicos.v0i42.10193.
Bonforti E. (2022). Diálogos entre Podetti y Argumedo, mujeres del pensamiento nacional y latinoamericano. Buenos Aires: Revista Movimiento N°38 febrero de 2022. Disponible en
Mujeres del pensamiento nacional y latinoamericano – Patria Grande
Chávez, F. (2013). Epistemología para la periferia. En A. Jaramillo (Comp.), Epistemología para la periferia (pp. 15–53). Universidad Nacional de Lanús, Ediciones de la UNLa.
Ghilini, A. y Gil García, M. (2008). La experiencia de las Cátedras Nacionales de la Carrera de Sociología en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA entre 1968/1972. V Jornadas de Sociología de la UNLP. Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Departamento de Sociología, La Plata. Disponible en: https://www.aacademica.org/000-096/20.pdf
Podetti, A. (1987). Filosofía y filosofía americana. Revista Hechos e Ideas, 3(15/16), [páginas del artículo]. Dirección: Ramiro Podetti. Clase dictada en el curso de Introducción a la Filosofía en 1973, en la UBA.
Podetti, A. (2007). Comentario a la introducción a la fenomenología del espíritu. Buenos Aires: Editorial Biblos.
Podetti, A. (2015). La irrupción de América en la historia y otros ensayos. Buenos Aires: Editorial Capiangos, Peronismo Militante
Podetti, J. R. (2015, noviembre 23-25). Pensar el mundo desde las periferias. En Filosofía y Globalización, Coloquio Internacional de Filosofía “Filosofía e independencia desde América Latina y el Caribe” (pp. 429-447). Universidad Pontificia de México.
Recalde, A. (2016). Intelectuales, peronismo y universidad. Buenos Aires, Historia y pensamiento latinoamericano: Punto de encuentro.