Tierras al pueblo, minas al Estado. La “Justicia del Inca” de Tristán Marof.

Candela Martínez

Vida y obra de Marof.

El nombre Gustavo Adolfo Navarro Ameller no resuena tanto en la historia de Bolivia como su seudónimo Tristán Marof. A lo largo de su vida y militancia política tendrá apodos como Chunka o nombre de guerra como Vicente Flores.

De padres inmigrantes españoles, nació bajo ese nombre en el año 1898. La guerra estuvo presente en la vida de Marof ya que tanto su padre como su tío batallaron en la guerra del Pacífico, donde Bolivia perdería no solo la explotación del guano y salitre, sino también su salida al mar.

La posición acomodada de su familia le permitió comenzar sus estudios universitarios, inclinándose por el Derecho en la Universidad San Francisco Javier de Sucre. Allí iniciará sus primeros pasos en la militancia política, dando como resultado su primera detención en 1915 como motivo de una protesta por el dictado del estado de sitio del General Montes, meses más tarde volvería a ser encarcelado.

A la temprana edad de 25 años es designado cónsul en Havre, Francia y es justamente allí donde escribe El ingenuo continente americano, ya bajo el seudónimo de Tristán Marof.

En 1926 funda el Partido Socialista Boliviano, menos de un año de su fundación el partido fue denunciado de “complot comunista” por el gobierno de Siles, el partido proscripto y sus representantes detenidos y deportados. El mismo Marof será detenido en Potosí, pero dándose a la fuga en medio de un traslado llegará hasta territorio peruano donde entablará relación y amistad con Mariátegui.

A partir de ese momento, Marof, comenzará un periplo por toda América Latina: Panamá, México, Cuba, Argentina. Entablando relaciones con personajes como Sandino o Haya de la Torre. Al mismo tiempo que colaborará con la revista Amauta, fundada por Mariátegui.

De pensamiento profundamente indianófilo, luego de su encuentro con Mariátegui, fue incorporando a los criollos y mestizos dentro de su postura política.

Ya desde El ingenuo continente americano Marof propone un comunismo regional con antecedentes en las tradiciones indígenas. Su postura no implica una vuelta al incanato, sino una relectura de las teorías comunistas adaptándolas a las problemáticas y los antecedentes indígenas del territorio boliviano.

En 1934, desde el exilio, es uno de los propulsores del movimiento Tupac Amaru. Tres años después, de regreso en Bolivia, funda junto a Aguirre Gainsborg del PORB. Un año después, en 1939, funda el PSOB. Fue elegido diputado por dicho partido, desarrollando una intensa prédica antifascista y de confrontación con el MNR (Movimiento Nacionalista Revolucionario). Según algunos testimonios, habría incluso atentado, revólver en mano, contra la vida del líder del MNR Carlos Montenegro. Cuando en las elecciones de 1947 Enrique Hertzog resultó electo presidente por el Partido de la Unión Republicana Socialista (PURS), Marof fue designado su secretario privado, así como de su sucesor Urriolagoitia. (Melgar Bao & Tarcus, 2019)

En los siguientes años su actividad se verá alejada de la política y se volcará al periodismo y la novela policial.

La justicia del Inca.

“Tu raza se alzará de las ruinas

y volverá a saciarse de sol

y de abundancia.”   (Marof T. , 1924, pág. 7)

Este texto de Marof fue escrito mucho antes de la guerra y de los sucesos que se desprenderían de ella, pero sin embargo puede sentar los precedentes para las revoluciones posteriores.

Hemos dicho anteriormente que el ideario político de nuestro autor consistía en crear esquemas socialistas que se adaptaran a la realidad boliviana.  Y es, justamente, en el incanato donde Marof encuentra la clave para poder llevarla a cabo. Es necesario destacar y resaltar que de ningún modo busca volver al incanato, sino rescatar las estructuras sociales, políticas y económicas que hacían posible la vida en el imperio en una suerte de “comunismo indio”. En palabras de Marof: “La idea honestamente comunista no es nueva en América. Hace siglos la practicaron los Incas con el mejor de los éxitos y formaron un pueblo feliz que nadaba en la abundancia” (Marof T. , 1924, pág. 11)

La figura del indio y su defensa van a ser fundamentales en toda la política de Marof. Con el tiempo, y por influencia de Mariátegui, irá incluyendo a otros actores sociales como el obrero o el estudiante, pero siempre el indio va a tener una figura central en su pensamiento.

Él mismo se considera descendiente de aquel maravilloso imperio cuando declara “Organicemos los últimos descendientes del Inca, volvamos a la fraternidad, demos a cada habitante tierra y pan y burlémonos de todos los charlatanes democráticos del globo”  (Marof T. , 1924, pág. 11)

En el análisis del incanato, nuestro autor, destaca ciertas características del imperio: leyes rígidas, severas y justas, todo estaba previsto y reglado económicamente, existía una repartición justa de la cosecha, nadie vivía infeliz o descontento, no existía el crimen y el único delito conocido y penado era la holganza, el interés estaba puesto en la suerte de todos y cada uno de sus habitantes desde el primero al último de la comunidad, el Estado (representado en el Inca) se encargaba de administrar y distribuir todos sus recursos y eran grandes administrativos. Es por todo esto que Marof encuentra en el incanato el ejemplo a seguir por la sociedad boliviana, “pero querer implantar un comunismo en la forma incaica no deja de ser un amargo sueño en la hora presente. Los tiempos han cambiado, la civilización occidental con sus inventos, sus máquinas, su avaricia y su sordidez, aunque nos rehusamos a creer vive también entre nosotros.”  (Marof T. , 1924, pág. 12)

Marof entiende que los tiempos han cambiado, que del incanato solo quedan los relatos en los libros de historia, y que en su actualidad los burgueses no están dispuestos a otorgarles derechos a los indios que, siendo más del 80 por ciento de la población, viven en condiciones de esclavitud y en la más absoluta miseria.

Cree que el pueblo no puede quedarse de brazos cruzados esperando que el desarrollo material les dé un proletario que comience la revolución, ya que permitir el avance del capitalismo en la región solo sería seguir sometiéndose al imperialismo internacional. Razón por la cual sostiene que no se debe esperar el capital extranjero para el progreso, sino tomar el capital propio y desarrollarlo. “El capital de América son las minas, los petróleos, los miles de brazos, la inteligencia puesta al servicio del Estado. Lo demás no se presta más que a tontas leyendas de soberanía, cuando en el fondo todos los países de América, considerados desde el punto de vista europeo, no pasan de ser coloniales, sin personería política.”  (Marof T. , 1924, pág. 12)

Según la tesis de Marof, la revolución aún no se ha dado en nuestro continente, incluso a pesar de haberse liberado del yugo español a través de una revolución que llevó a los distintos países a su independencia, así lo sostiene nuestro autor: “la revolución de la independencia no fue hecha por el pueblo nativo americano, sino por los hijos de españoles con fortuna, cuyo deseo era derrocar al español para perpetuarse en el privilegio. Revolución política antes que económica.”  (Marof T. , 1924, pág. 12) A partir de ese momento el continente fue sometido a las falsas ideas del liberalismo que terminaron que los gobierno feudales-burgueses que se extendieron a lo largo de todo el territorio americano. Por este motivo Marof plantea que la verdadera (y primera revolución) en América Latina debe ser socialista, ya que está en las entrañas misma del pueblo, en los ancestros incas.

Concibe que el socialismo no podrá avanzar nunca en América si primero no se eliminan los odios regionales entre las naciones que la conforman, sin embargo, todos están de acuerdo en una cosa: explotar al indígena.

Marof también pone en tela de juicio el concepto de patria grande cuando dice: “¿Cómo es posible hablar de una patria grande con el noventa por ciento de la población analfabeta y sin propiedad? Porque para que el patriota sentimentalize es preciso que su tierra propia le recuerde ternezas, le nutra y le dé abundancia a él y a su familia. Hablar de patria sin poseer un metro de terreno, ignorante y sometido al patrón y al cura, es como poetizar delante de una vitrina viendo un lindo vestido sin tener los medios de comprarlo, desear una mujer que se ama y no poseerla o soñar que se come suculentas viandas”  (Marof T. , 1924, pág. 14)

Hasta ahora podemos entender que el programa de Marof tiene objetivos a los que se debería aspirar: el bienestar de la comunidad, la alfabetización del pueblo en su totalidad y recuperar el vínculo con la tierra para poder empezar a pensar una Patria Grande. Y para lograr dichos objetivos “nuestro camino directo es ir hacia un comunismo netamente americano con modales y tendencias propias. Tenemos dos cosas delante de nuestros ojos que nos aseguran el éxito: la tierra fecunda lista a todo ensayo y el perfeccionamiento industrial que gratuitamente lo recogemos de la civilización occidental. Después no nos faltara prudencia, talento y justicia, para hacer buen uso de las máquinas y servirnos en provecho de todos.”  (Marof T. , 1924, pág. 14)

Marof sostiene y defiende que el primer paso para iniciar la revolución es una reforma económica radical que le quite a los burgueses las tierras y los recursos. De allí su maravilloso lema “tierras al pueblo, minas al Estado”. Razón por la cual escribirá: “El pueblo boliviano no debe hacer más tiempo el papel del bobo ni prestarse a embustes. No más política por el momento, no elección plebiscitaria, sino reivindicación económica.”  (Marof T. , 1924, pág. 19)

Avanzando en la lectura de “La justicia del Inca” nos encontramos con un análisis detallado de las distintas ataduras a las que está sometido el pueblo boliviano, por motivos de extensión e interés del siguiente artículo solo nos limitaremos a mencionarlas: el presupuesto, la deuda pública, los bancos, el comercio internacional, el deseo de progreso (a cualquier precio) y la concepción materialista del Estado.

Para todas esas ataduras, Marof plantea lo que llama remedio heroico y vuelve a enfatizar sobre la necesidad de nacionalización de las minas. Insiste en que la riqueza del Estado boliviano se encentra bajo los pies del pueblo, pero en manos equivocadas, como es el caso de los Patiño o los Aramayo.

Con las rentas que se obtendrían de ellas, lo primero que debe hacer el Estado es pagar la deuda interna y hacerse de los ferrocarriles ya que “una nación que tiene vías arrendadas o empeñadas no es una nación independiente.”  (Marof T. , 1924, pág. 31)

La estatización de las minas (la revolución económica) solo sentará las bases para la siguiente fase de la Revolución. Quitarles las minas a los burgueses-feudales bolivianos y entregárselas al estado es solo el comienzo de una revolución aún mayor.

Del remedio heroico a revolución. Las reformas que se describen en “La justicia del Inca” para hacer efectiva la Revolución.

“Nada se construye si no con

Una disciplina de hierro

y una pasión de fuego”  (Marof T. , 1924, pág. 45)

Hemos mencionado en la primera parte del análisis de La justicia del Inca que la tesis principal defendida por Marof es la nacionalización de las minas, sin embargo, este solo es el comienzo, el primer momento de la Revolución.

Una vez nacionalizadas las minas dirá Marof: “saldríamos de la edad media boliviana, y tendríamos una carta de ciudadanía en el mundo. Este solo acto heroico, valdría más que cien “revoluciones triunfantes” y “cuarenta constituciones liberales”.  (Marof T. , 1924, pág. 31)

Con la deuda interna ya pagada gracias al producto de las minas gestionadas por el Estado, el siguiente paso es abrir caminos y fundar fábricas. Esta apertura de caminos será estratégica para poder comunicar las regiones de Bolivia que tuvieron economías y destinos muy diferentes.

En el prólogo a la obra de Setaro, Marof nos cuenta los destinos: “Bolivia es el altiplano. Los españoles fundaron ciudades en el lugar que descubrieron las minas. El resto del Bolivia permaneció abandonado, en manos de la inercia y la ineptitud (…) Bolivia se dio el lujo de llamar colonias a las vastas regiones del noreste y el sureste. Sin cristalizar aún, sin fortaleza y sin vigor, ya tenía colonias como las grandes naciones. Santa Cruz, Tarija y el Beni, departamentos ricos, llenos de materia prima, agricultores por excelencia, fueron desatendidos (…) Nunca llegaron a esos departamentos los caminos, ni los ferrocarriles ni las escuelas. Llegaron los delegados del altiplano a mandar, beber y lucrar (…) a esos funcionarios sin luz en el cerebro y sin honradez en el corazón jamás les preocupó la idea de cimentar la nacionalidad (…) Estos instrumentos o funcionarios, como es natural, provocaron el regionalismo, el odio contra el altiplano, la idea suicida de que Bolivia era desdichada y paralítica (…) Este regionalismo fomentado con pasión por las clases dirigentes (…) es el que ha permitido vivir a la clase feudal y aun sobrevivirse. El desastre es la consecuencia”  (Marof T. , 1936, págs. 6-7)

Para poder cerrar la herida abierta por un regionalismo sin sentido, es necesario abrir caminos para comunicar no solo las regiones, sino las distintas producciones que se desarrollan en todo el territorio boliviano. He aquí otra dosis del remedio heroico propuesto por Marof.[1]

Avanzando en La justicia del Inca, nos encontramos con un apartado referido a la educación dentro del nuevo Estado. Para el autor, lo que necesita el pueblo boliviano no son intelectuales o abogados que solo le han hecho daño al pueblo. Teniendo en cuenta el desarrollo económico basado en la explotación del capital propio, es decir, las minas y el fomento de la agricultura, la educación estará orientada a satisfacer esas necesidades. Haciendo profundo hincapié en la educación técnica y agrícola. Así lo postula Marof: “Nada de escuelas teóricas. La república no necesita de gente culta a la burguesa. Es preciso fundar “escuelas talleres” y formar obreros. Valerse del cine, del teatro, de la lectura, en fin de todos los medios. El maestro debe cultivar la tierra, seguir el arado, comer con sus discípulos, amarlos como verdaderos hijos y enseñarles todo lo que pueda ser útil y aprovechable en la vida. El objeto, es educar técnicamente a la juventud, y combatir el parasitismo vergonzoso de las profesiones liberales. He aquí la base del nuevo método. Guerra sin cuartel a las universidades dogmáticas y absurdas, que hasta este instante solo han producido doctores revolucionarios, sacerdotes explotadores, literatos de todo color y doncellas en eterna búsqueda del novio.”  (Marof T. , 1924, pág. 34)

Una preocupación invade a nuestro autor y es la necesidad de poblar con veinte millones de habitantes en veinte años el suelo boliviano. Para ello se necesitarán redactar leyes positivas que equiparen en igualdad de derechos a los hijos legítimos e ilegítimos. Fomentando el respeto y protección a las mujeres, sin importar cuál sea su amor. Todo esto no puede ser posible sin instituciones creadas para atender y educar, tanto a las mujeres como a los niños.

Ahora bien, todas estas reformas no podrán ser llevadas a cabo si primero no se revisa el concepto de Estado.

Según Marof: “El Estado es material por esencia. Construir un Estado a base de discursos y proclamas, vuelvo a decir, es “arar en el océano” según Bolívar y pretender andar con los pies descalzos en el mar. Hoy día los ojos atónitos del pueblo, no se prestan para esta clase de milagros.” (Marof T. , 1924, págs. 30-31)

Ya hemos mencionado en infinidad de oportunidades que la base material del Estado boliviano es la riqueza de sus suelos, tanto en las regiones mineras como en las agrícolas. El inconveniente que se presenta es cómo construir este Estado, cómo sentar las bases del mismo.

Lo primero que propone nuestro autor es la creación de trust estatales para la explotación de las minas y la posterior distribución de sus rentas.

Las características que tiene este Estado Socialista, son tres: “honrado, prototipo de entidad responsable y controlable, sujeto a la supervigilancia de diferentes comités.” (Marof T. , 1924, pág. 32)

Es necesario que se comprenda que la honradez y su utilidad no es en beneficio de unos pocos, sino de toda la comunidad, por lo tanto, se controlará y castigará a todo aquel que sea encontrado culpable de malversarlo.

Sin embargo, nuestro autor también entiende que “el nuevo Estado, será el resultado de una sociedad sana y bien comida, que tenga instintivamente

horror del dolo y del fraude y que los consideren como los más grandes delitos contra el bien público.”  (Marof T. , 1924, pág. 32)pero, continúa Marof: “cuando el interés personal está mezclado al interés colectivo, se puede esperar una garantía de éxito. Las cosas más difíciles no son precisamente las de vigilar

y establecer el orden y la corrección. Las que son verdaderamente difíciles de sembrar en el pueblo, son la fe y la constancia, el optimismo de que un Estado socialista puede salvar al país y levantar a Bolivia de su ignorancia. Sin embargo, hay una esperanza que flota en el ambiente y a la cual me abrazo fuertemente, que a pesar de los siglos vive en el ochenta por ciento de la población. Ese ochenta por ciento, compuesto de indígenas descendientes de Inca, y que a la hora de la prueba estarán en su puesto, fieles como antes, honrados y justos, porque ha llegado la era de la felicidad y la abundancia”. (Marof T. , 1924, pág. 33)

En este análisis que hemos hecho de La justicia del Inca encontramos todos los elementos que poseía el incanato para funcionar como un gran Estado. Es allí a donde apunta Marof, al llamado “comunismo indio”, pero atendiendo y entendiendo los procesos históricos, políticos y económicos que suceden en aquella Bolivia donde los tiempos han cambiado.

Entre los elementos del imperio, Marof destaca la necesidad de un Estado que administre y reparta de manera justa los recursos del suelo entre sus habitantes para que todos vivan felices y en paz. Razón por la cual propone nacionalizar las minas, abriendo con ello el juego a la nueva (y definitiva) Revolución.

Todos los rendimientos de las minas deben ir al Estado, y una vez resulto esto, Marof propone un plan científico para distribuir la economía que consta de cuatro puntos fundamentales:

“1º – Caminos;

2º – Instrucción técnica;

3º – Desarrollo de la agricultura;

4º – Población por todos los medios, y colonias.”  (Marof T. , 1924, pág. 34)

Con respecto al primer punto, Marof propone la apertura de caminos que conecten a todo el territorio, pero también a los corazones. Cerrado así la vieja herida abierta por los regionalismos sin sentido que provocaron la enemistad entre las regiones mineras y las agrícolas. Cada metro de territorio boliviano tiene algo que ofrecer para favorecer el desarrollo de cada individuo en particular y la comunidad en general. En este punto se refuerza la idea de volver los ojos a nuestros ancestros y ver que ellos ya lo hicieron en tiempos pasados, pero que nosotros lo hemos olvidado. El imperio tenía una red de caminos que comunicaba todas las regiones del mismo. Hoy el imperio no existe, pero su ejemplo en cuestiones de comunicación es necesario seguir.

El segundo punto propone una profunda reforma educativa, atendiendo a las nuevas necesidades que surgen a partir de la Revolución. El pueblo no necesita ser educado en la tradición burguesa, sino que deben fundarse (a lo largo y ancho de todo el territorio, hasta aquellas regiones donde nunca llegaron en tiempos anteriores) escuelas talleres para promover y mejorar las técnicas no solo referidas a la explotación minera, sino también a la producción agrícola.

El tercer punto destaca desarrollar la actividad agrícola entendiendo que ella es también parte fundamental del Estado. Ya es tiempo fomentar el desarrollo de la agricultura en regiones como Santa Cruz, el Beni o Tarija, ricas en suelos y en brazos capaces de producir, pero olvidadas y dejadas a su suerte hasta ese momento.

 El último punto hace referencia a la necesidad de poblar el territorio. Marof dice que, en menos de veinte años, la población debe llegar por lo menos a los veinte millones. La solución a este problema de población va a venir de la mano de leyes que protejan a las mujeres y a sus hijos, sin importan la legitimidad o no de los mismos. Todo esto amparado por instituciones que sean capaces de educarlos y protegerlos.

Como hemos visto, el programa de Marof es revolucionario. No solo desde la cuestión política, sino desde su aplicación práctica. Y si bien no pudo ser llevado a cabo, las posteriores revoluciones intentaran, a través de reformas, constituciones y revoluciones, volver a la tan ansiada Justicia del Inca.

[1]Pero vuelvo a los caminos que son los que tienen que unir nuestras ciudades y también nuestros

corazones. Mientras no haya rutas ni vínculos no se puede hablar de socialismo. (…) Los caminos hacia el oriente boliviano, donde está la verdadera posición geográfica de Bolivia,

su porvenir y su felicidad eterna, tienen que hacerse inmediatamente, de tal manera que la región

minera con la agrícola se unan y se suplan. (…) Una gran realización de Estado sería hermanar dos regiones que se completan: la una

esencialmente minera, que sostiene en la hora presente la economía del país, que la sostendrá

por mucho tiempo más, y la otra, inextinguible porque es agrícola.” (Marof T. , 1924, págs. 34-35)

Bibliografía

Marof, T. (1924). La justicia del Inca. Marxist Internet Archive. Obtenido de www.marxists.info/espanol/marof/1924-justicia-del-inca.pdf

Marof, T. (1936). Prólogo. En R. M. Setaro, Secretos de Estado Mayor. Buenos Aires: Claridad.

Melgar Bao, R., & Tarcus, H. (2019). Diccionario biográfico de las izquierdas latinoamericanas. Obtenido de https://diccionario.cedinci.org/maroff-tristan/


Candela Martínez
Profesora de Filosofía (I.S.F.D. N° 41). Estudiante de la Especialización en Pensamiento Nacional y Latinoamericano de la Universidad Nacional de Lanús (UNLa). Docente a nivel secundario y terciario.
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