Hace 110 años nacía en nuestra “pampa gringa” Pedro Raúl Marangoni, más precisamente en la ciudad de Esperanza, provincia de Santa Fe. Descendiente de italianos, Marangoni a pesar de haberse recibido de abogado, optó tempranamente por la literatura y el ensayo.
Luego de publicar un ensayo literario en torno a su admirado Anatole France, publicaría al año siguiente (1941) “Sobre la tierra ensangrentada”: un folleto donde criticaba ferozmente el accionar de las naciones durante la Segunda Guerra Mundial:
“Trágico destino el de nuestra especie. Como si no fuera bastante el sufrimiento cotidiano, es necesario morir estúpidamente. ¡Defendiendo qué! ¿La patria? Las naciones emplean en sus ejércitos a los mismos hombres a quienes la patria les niega casi todo”[1].
En nuestro país eran tiempos oscuros, a punto tal que el periodista nacionalista José Luis Torre supo denominar al período como “la década infame”, y así sería recordado. En tal contexto de censura y persecución, el joven esperancino optó por preservar su empleo y comenzó a publicar bajo el seudónimo de Gastón Gori. Estos dos trabajos delinearán la búsqueda intelectual de su autor, compartida con las de su época, esto es, la generación del 40: tal como supo describir uno de sus miembros, Luis Soler Cañas, dicha generación compartía un enfoque humanista, influenciado por un tradicionalismo no decadentista, cuya conexión latente entre la política y la literatura era notoria.
Su prolífico trabajo vinculado al ensayo y la poesía toma vigor frenético durante el denominado primer peronismo. A partir de entonces, su imagen de escritor se consolida progresivamente: interesado por los temas de su pueblo, de su historia, comprometido con la construcción identitaria de su propia zona. Se afirma también en el campo literario santafesino como autor, mientras que, a nivel nacional, comienza un período de auge del campo editorial.
Gastón Gori, Amaro Villanueva y Fermín Chávez: tres matreros consagrados a la historia
Recuperamos el concepto “matrero” según precisamente lo ponía a consideración el escritor entrerriano Fermín Chávez. A partir de su connotación negativa, Chávez lo reformula, reivindicando su concepto político: que matrero fuera considerado un “outlaw” no significaba que fuera sinónimo de delincuente. Por el contrario, el matrero era perseguido porque reaccionaba ante un orden injusto.
La llegada del peronismo al poder era una gran oportunidad para publicar y discutir ideas. Chávez estaba formado en el nacionalismo católico mientras que Gori era masón y afiliado al Partido Comunista. A pesar de eso, se evidenciaba en dicha relación los matices, donde el intercambio de bienes culturales en los márgenes de lo que podríamos denominar el aparato cultural era natural. Empezaba a desarrollarse una federalización del conocimiento, partiendo cada uno desde su terruño, casi como reacción hacia la “cabeza de Goliat[2]”. Si los “cabecitas negras” invadían el espacio público, ellos harían lo propio desde el campo cultural reivindicando nuestra barbarie. El entrerriano nogoeyense sabía diferenciar la paja del trigo y habiendo accedido a los trabajos “Vagos y mal entretenidos” (1951) y “La pampa sin gaucho” (1952) de Gori sabía que compartían inquietudes similares, a pesar de las respectivas formaciones ideológicas e inclusive más allá de los posicionamientos e interpretación de la Historia. Había un ideal superior que por primera vez adquiría trascendencia, en donde la irrupción del peronismo posibilitaba revisar nuestra matriz ontológica. Nuestra corta y precoz vida como Pueblo, obligaba poner el lente sobre el siglo XIX y, desde ahí, se releían las obras de la Generación del 37 y la del 80. Y, en el medio de ellos, a José Hernández y aquellos actores que habían denunciado el tránsito de la Argentina federal y plebeya a la oligárquica y conservadora. Aquel joven esperancino, entonces, decidió poner el foco sobre lo nuestro, dejando atrás su atracción sobre la cultura francesa. Reconocía el peso de la misión “civilizadora” que había permeado sobre aquella sociedad, pero era momento de “redescubrir” nuestra esencia.
En 1990, en una conferencia pronunciada con motivo de los 50 años de publicación de ese primer libro dedicado a Anatole France, Gori decía que una de las razones por las que escribió sobre un escritor francés fue porque no estaba formado en el pensamiento nacional. No le habían enseñado, en ese momento, que existía el “Martín Fierro”, el “Facundo” de Sarmiento, las “ideas” de Echeverría:
“(…) nuestra generación debió haber nacido a la luz del pensamiento argentino que es rico en conceptos, incluso rico en conceptos filosóficos ignorados por el pueblo y por muchos escritores argentinos”
Amaro Villanueva era coterráneo de Fermín, aunque comunista como Gori y ambos le llevaban al nogoeyense veinte años (quizás, esa distancia justificara su itinerario más afín a los ideales del marxismo[3]). Sin embargo, los tres compartían muchos aspectos en común: eran poetas, ensayistas, periodistas y narradores, todos preocupados por recuperar la cultura popular[4].
Amaro Villanueva coincidía con Chávez y con Gori en que había que apreciar “los más íntimos aspectos de nuestra tradición, pero de la tradición pública, colectiva, nacional de la patria, que es del hombre y de la tierra”. Fue Gori quien le facilitaría a Chávez el contacto de Villanueva. Le ofreció a Fermín para publicar en Colmegna (la editorial santafesina que le publicara sus obras) y realizaría unas meritorias devoluciones sobre su libro de poemas “ Una provincia al este”(1952)[5] y, más tarde, el primer ensayo histórico de Chávez “Civilización y barbarie”(1956)[6].
Como observaba certeramente Alejandro Cattaruzza, la argumentación de Villanueva dentro de la idiosincrasia del PC por esa época era “más telúrica, más rural”[7]. En ese sentido, Gori también se volcaba hacia esa orientación, tomando como objetivo historizar aquel actor social que había quedado omitido o tergiversado producto de aquel proyecto de país liberal conservador: el inmigrante y su aporte colonizador.
La Pampa sin “vagos ni malentretenidos”
Detengámonos, entonces, en los aportes destacados de Gastón Gori en relación al pensamiento hernandiano y el “problema del gaucho”. De nuevo, los cuarenta provocaría un nuevo abordaje y acaloradas discusiones en torno al Martín Fierro y sus simbolismos y el problema del gaucho en general. Desde “Muerte y transfiguración de Martín Fierro” (1948) de Ezequiel Martínez Estrada, “Crítica y pico” (1945) de Amaro Villanueva, “Los motivos del Martín Fierro en la vida de José Hernández” (1949), “Los simbolismos del Martín Fierro” (1955) de Leopoldo Marechal en otros textos dialogan y reflexionan en torno a nuestra obra magna. No obstante, Gastón Gori (preocupado en recuperar los procesos de colonización e incorporación del inmigrante a la vida nacional) se detuvo en una figura infravalorada, casi caricaturizada por Hernández: el inmigrante.
En 1952, Gori publica “La pampa sin gaucho” donde discute con los motivos hernandianos al momento de dar a luz el Martín Fierro. Basicamente, su postura es clara pero rompe con la estructura simbolica del gaucho que había sido construida idilacamente por Rojas y Lugones: cuando José Hernandez publicó la “ida” del Martín Fierro, aquella nación pastoril y “desértica” ya no existía. El gaucho estaba resistiendo ante un orden que había perecido, y no fue por culpa del aluvión inmigratorio sino que fue el modelo agroexportador que forzó la repoblación. La denuncia social que enarbola Hernandez era valida, pero no era un asunto por entonces político sino más bien histórico.
El “papolitano” que aparece casi estereotipado en el poema junto a un monito y el organito era una exacerbación que realizaba Hernández denunciando la intrusión de lo foráneo. Gori decía que “… ante lo abarcativo de Martín Fierro, Cruz, Vizcacha, Picardía, que se integran como símbolos, históricamente, de la gente campesina, ese napolitano es poco menos que una máscara suelta en su papel deslucido… el napolitano de Hernández es una miserable figura que no encuadra exactamente en lo fundamental de la época”[8]
Aquel gaucho, marginal y marginado, que representa Hernández en su poema en lugar de aunar fuerzas junto al inmigrante (cuya mayoría se encontraba en condiciones similares al autóctono, esto es, sin tierras, y forzados a la leva) éste lo desprecia. El diagnostico de Gori, es común de los pensadores de izquierda: aquel gaucho, no conoce de política, desconoce de sus derechos: no tiene “conciencia de clase”.
“Como en la obra de Hernández el inmigrante es un ser que se desplaza de la ciudad cosmopolita, el repudio del gaucho por su ineptitud para sufrir privaciones y para oficios del agro, no alcanza con justicia a los 16678 individuos que trabajan en las colonias, en 1872, ni a los millones que entraron con posteridad, sino sólo al mercachifle y otros desclasados que, en el servicio de las fronteras cumplían una misión cuya trascendencia para el futuro del país escapaba a su total comprensión”[9].
Gori cuestiona en Hernández la falta de visión política, donde tanto su denuncia enarbolada desde el Martín Fierro como su labor política y periodista abogó por llevar a cabo políticas de colonización para la región pampeana y desierto argentino buscando que se le dieran herramientas y tierras a los gauchos para que así pudieran defender las fronteras por sus propios intereses.
“En la campaña el ciudadano está expuesto a los caprichos de ensoberbecidos caudillejos, que abusan de la debilidad y del aislamiento. Su seguridad depende de sus medios de defensa, y en cuanto al sufragio electoral, tiene gratuitos directores de conciencia.
“Es la campaña, fuente de nuestra riqueza y de nuestro porvenir económico y social, la que necesita de garantías, de medidas liberales y protectoras. Es necesario desarrollar su industria, fomentar la población nacional, escudar al ciudadano contra los atentados de la fuerza”[10].
No obstante, Gori observaba que por entonces ya había acontecido un cambio en el panorama político, social y económico, donde el “gringo” comenzaba a ocupar un rol trascendental que era desatendido por la oligarquía. El criollo y el gringo se encontraban así en pie de igualdad, al momento de pasar lista entre los vencedores y los vencidos.
A la política que propone Hernández, Gori la contrasta con la prédica de otro federal, Nicasio Oroño quién habría comprendido el problema. En 1871, Oroño escribía:
“Pero entre nosotros no debe olvidarse que existe en las campañas una población desgraciada, poco simpática en general para la gente civilizada, y con la cual vamos conduciéndonos como la conquista cristiana con los salvajes, obligados a llevar una vida nómada y hostil, porque no se ha acertado a hacerles partícipes de la propiedad y posesión regular del terreo que les arrebataba la superioridad europea. En nuestro concepto es necesario arreglar las cosas de manera que el gaucho pobre, padre de familia, y que el inmigrante extranjero deseoso de establecerse en estos países, trayendo del suyo limitados o ningunos recursos pecuniarios, encuentren acomodo, a la vez que una propiedad en que puedan levantar techos y plantar árboles, cuyos abrigos sean suyos y constituyan la herencia de sus hijos”.
En ese sentido, vuelve Gori a poner énfasis en el sentido común que el encuentra donde la solidaridad de clase era clave para contrarrestar la injusticia impuesta por la oligarquía.
“(Si) los extranjeros y criollos dueños de grandes estancias no se consideraban rivales. ¿Por qué pues debían considerarse como rivales los extranjeros y criollos sin tierra?”[11]
La pampa sin Fierro
Continuando Gori con su argumentación empírica, entra a dar detalles de diversos cambios en la fisonomía de la pampa que implementa el gringo, acorde al modelo agro exportador que suscribía el orden conservador. Si en “Vagos y mal entretenidos” de 1951, Gori daba cuenta del disciplinamiento social que imponía el sistema a partir de 1870 (allí volvía a remarcar que Hernández “llegó (con el Martín Fierro) cuando ya se levantaba el alba de otra época; cuando ya se iba acentuando el desnivel entre el criollo y la avasalladora entrada de europeos que provocaron el desequilibrio de la Argentina de raíz indígena y abrieron perspectivas nuevas en todos los órdenes de la vida nacional”[12]
Gori remarcaba que el gaucho era vital para aquella Argentina ganadera, aquella época feliz que anhelaba Fierro en el poema se remitía a la época de Rosas, pre- Caseros. Con la política de colonización en la pampa (caótica y desprotegida, pero política al fin), la fisonomía de aquella extensión desértica comenzaba a cambiar: la plantación de árboles (incluso para delimitar los terrenos), la implementación de nuevas herramientas y maquinarias que el gaucho (ganadero por excelencia) desconocía, la decadencia del chiripá y el crepúsculo del caballo son pautas que le dan a Gori la razón en torno a un cambio de época.
“Cuando Martín Fierro cuenta su vida anterior a sus desgracias, narra de los criollos en las estancias como época de ventura y entretenimientos. Desde el verso Yo he conocido esta tierra, número 133 del poema, hasta el 252, la conformidad con la vida en tierra ajena no deja resquicio por donde asomar deseo de ser propietario y explotar por sí mismo su hacienda o su tierra. No pareciera pues que el poseerla hubiera sido hombre cuya habilidad como pastor pudo crearle más derechos que los de simple dependencia…”[13]
Gori a diferencia de Martínez Estrada[14] y de los exponentes de una denominada izquierda “abstracta” que justifica la avanzada de la mentada “modernidad” por encima de lo autóctono, media entre la defensa hernandista que llevaba a cabo Amaro Villanueva pero cuestiona tal como haría Elías Castelnuovo el uso político que haría la Argentina del modelo agroexportador sobre la figura del gaucho. Tanto él como Castelnuovo asumen que la construcción de aquel gaucho literario estaba confeccionada por la oligarquía y los hijos de aquella[15]. Lo que venía a poner Gori en el foco es que, en definitiva, la consagración de la figura del gaucho como exponente de lo nacional era una reacción conservadora ante la aparición de una nueva “barbarie” que había invadido la pampa y la urbe, y estaban lejos de aquella idea alberdiana de fomentar la llegada del farmer y el obrero inglés.
Cuando Gastón Gori dio forma a su trabajo “Vagos y malentretenidos”, dividió en el ensayo en capítulos que abría con versos alusivos obtenidos del Martín Fierro. Al final del mismo, estimaba el autor que
“El avance general del pueblo en el orden económico y en su educación política debió gravitar en el ánimo del poeta que cantó las penurias de Martín Fierro, porque cuando su protagonista Vuelve, las cosas no habían cambiado “arriba” pero sí “abajo” donde un fermento nuevo se aglutinaría. El poeta amengua la intención social y política de su personaje cuando regresa, mientras halla entre atenuadas rebeldías, ocasiones para los consejos prudentes…
“Debe trabajar el hombre
para ganarse su pan”.
“¿Aunque sea volviendo a la estancia mientras en otras regiones del país se generalizaba el lema “subdivisión de la propiedad”?”[16]
Cuando Gastón Gori publicaba estos trabajos notables y novedosos, el coronel Perón había sancionado el Estatuto del Peón que establecía derechos laborales fundamentales para los trabajadores del ámbito rural. La mayoría de esos trabajadores eran por entonces, hijos de aquella gringada que había venido a “hacer la América” y padeció los mismos males que los gauchos que bien supo denunciar José Hernández. El objetivo del esperancino no era negar al gaucho como categoría histórica, pero sí como elemento simbólico para una “nueva Argentina”. El gaucho formaba parte de la Argentina ganadera y latifundista, donde el mismo era obligado a conchabarse. La mirada clásica del marxismo entendía a la época de los caudillos como nuestra época feudal, donde la relación del gaucho con aquellos lugartenientes era similar a los de los siervos con el señor feudal. La realidad social que se incorporaba en las postrimerías del nuevo siglo, inauguraba nuevos desafíos donde el gringo y su descendencia escondía una potencia revolucionaria que el gaucho y sus interlocutores no habían podido (o querido) interpretar.
Referencias:
Cattaruzza, A. “Visiones del pasado y tradiciones nacionales en el Partido Comunista Argentino” (ca. 1925-1950) en A Contracorriente. Vol. 5 N° 2. 2008
Di Vincenzo, F. “Lo gauchesco como problema: Arlt y Castelnuovo” en Historiadencers. Podcast. 2025.
Gori, Gastón. “Sobre la tierra ensangrentada”. Buenos Aires, 1941.
Gori, G. Vagos y mal entretenidos. Buenos Aires, Colmegna.
Gori, Gaston. La pampa sin gaucho. Buenos Aires, EUDEBA
Hernández, J. Diario Rio de la Plata, agosto de 1869
Hernández, J. Martín Fierro. Buenos Aires, Biblos. 1986.
Korn, G. Hijos del Pueblo. Intelectuales peronistas, de la Internacional a la Marcha. Buenos Aires, Ed. Las Cuarenta. 2017.
Martínez Estrada, E. La cabeza de Goliat. Buenos Aires, Interzona.
Martínez Estrada, E. Muerte y transfiguración de Martín Fierro. Buenos Aires, FCE.
Otal Landi, J. El joven Fermín Chávez. Buenos Aires, Fabro. 2021.
Otal Landi, J. Fermín Chávez y la Resistencia Peronista. Buenos Aires, Fabro. 2024.
Otal Landi, J. “Amaro Villanueva, Fermín Chávez y la entrerrianidad” en Contrafilo. Buenos Aires, 2025
[1] Gori, Gastón. “Sobre la tierra ensangrentada”. Buenos Aires, 1941.
[2] Martínez Estrada, E. La cabeza de Goliat. Buenos Aires, Interzona.
[3] Evidentemente, forman parte de una “matriz generacional” que media entre los del nacido a principios de siglo con los nacidos en los 20: tanto Villanueva como Gori comparten una idea heterodoxa del marxismo que es compartida con figuras nacidas en los albores del siglo XX como Elías Castelnuevo, Jorge Newton y José Gabriel. Figuras todas ellas analizadas magistralmente por Guillermo Korn en su trabajo Hijos del Pueblo. Intelectuales peronistas, de la Internacional a la Marcha. Ed. Las Cuarenta. 2017.
[4] Otal Landi, J. “Amaro Villanueva, Fermín Chávez y la entrerrianidad” en Contrafilo. Buenos Aires, 2025. [En línea]
[5] “(…) De ti me gusta que no te evades ni te escondes… tu poesía apunta al pueblo y por ello creo que en el pueblo encontrarás siempre tu inspiración. Las etapas sociales se están cumpliendo: hoy más que nunca el protagonista es el proletario; todo está en comprender cuales son las más acertadas soluciones, científicas por un lado y poéticas como consecuencia de una manera de concebir científicamente a la sociedad. Con la poesía se lleva también a algún lado al pueblo: ejemplo, Hilario Ascasubi en el pasado, Hernández, Almafuerte y como liberación de la literatura americana, la crítica y la poesía de Gutiérrez, don Juan María…” Carta de Gastón Gori a Fermín Chávez, 24 de Enero de 1952.
[6] “Tu libro me impresionó muy bien, claro que una crítica al mitrismo exige otro libro, especialmente dedicado al tema y con un tratamiento tan vasto, como vasta fue la acción de los hombres del mitrismo. Quizá el método deba ser el que empleas en el primer capítulo de tu libro. La tarea es enorme porque es necesario reubicar a partir de 1852, toda la problemática histórica de nuestro país, llevado hoy al desconcierto con la inspiración de viejos errores y antiguos intereses. Tú estás en condiciones de emprender esa magna tarea, previniéndote sobre la necesidad de abarcar con ecuanimidad inflexible, doctrinas y praxis que tuvieron al realizarse, su explicación y que a los hechos históricos, por su cualidad de irreversibles, les corresponde, más que un método de ‘ataque’, un análisis que nos meta en la entraña de sus resultados actuales” Gastón Gori a Fermín Chávez, Santa Fe, 22 de agosto de 1957.
[7] Cattaruzza, A. “Visiones del pasado y tradiciones nacionales en el Partido Comunista Argentino” (ca. 1925-1950) en A Contracorriente. Vol. 5 N° 2. 2008. P.190.
[8] Gori, Gastón. La pampa sin gaucho. Buenos Aires, EUDEBA. P.9
[9] Op. Cit. P. 11
[10] Hernández, J. Diario Rio de la Plata, agosto de 1869.
[11] Gori, G. Op. Cit. P. 15.
[12] Gori, G. Vagos y mal entretenidos. Buenos Aires, Colmegna. P . 76.
[13] Gori, G. La pampa sin gaucho… p. 48.
[14] Martínez Estrada, E. Muerte y transfiguración de Martín Fierro. Buenos Aires, FCE.
[15] Di Vincenzo, F. “Lo gauchesco como problema: Arlt y Castelnuovo” en Historiadencers. Podcast. 2025.
[16] Gori, G. Vagos y Malentretenidos… p. 78.
